Pero ya no es necesario internarse en una casa estudio para ser parte de un reality. Con las nuevas tecnologías todos, tal vez sin darnos cuenta, creamos nuestros propios shows. Nos mantenemos conectados prácticamente las 24 horas del día y además, con internet en nuestros celulares “imposible is nothing”. Registramos y publicamos todos nuestros movimientos, actividades y sentimientos en muchas ocasiones sin poner límites.
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Personalmente, me he enterado de términos de relaciones amorosas, festejos desbocados, accidentes, y toda clase de noticias de mis amigos en facebook sin estar realmente interesada en saber todos los ámbitos de sus vidas.
Y ni hablar de Twitter que permite a los usuarios publicar minuto a minutos sus movimientos. Obviamente, estas herramientas bien implementadas logran tener un aporte increíble a la sociedad debido a la rapidez con la que se mueve la información. Un ejemplo burdo de esto es la muerte de Michael Jackson que se supo en todo el mundo, gracias a twitter, tres horas antes de ser confirmada por los médicos.
La verdad es que tengo facebook, twitter y blog porque me encanta hablar y posiblemente tengo cierto grado de egocentrismo crónico típico del siglo XXI. Lo peor es que no he estado exenta de las sobreexposiciones que esto trae consigo. He tenido que llamar a algunas amigas para que bajen fotos vergonzosas o videos que me desperfilan totalmente. Es que se supone que si uno está entre amigas eso queda entre nosotras. ¿De dónde viene esta necesidad insaciable de publicar todo?
A mí me gusta utilizar estos medios para difundir lo que hago profesionalmente y ese siempre fue mi objetivo al hacerme parte de estas comunidades, pero inevitablemente la tentación está y también está en nosotros pisar o no el palito.