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Las imágenes de Gabriel

Entrevista al fotógrafo Gabriel Schkolnick. / (c) Gabriel Schkolnick.

Gabriel Schkolnick es un fotógrafo chileno de 39 años que eligió trabajar en fotos porque a los 40 se imaginaba rodeado de modelos posando para él. Hoy esa visión está muy lejos de la realidad, entiende que esto es un negocio y que las mujeres bellas son sólo un camino para cumplir sus objetivos.

A los 18 años no sabía qué hacer con su vida, eran los 80′ y estudiaba publicidad. A los dos años se retiró porque tuvo un problema con el rector de su universidad. “Qué hago ahora”, dijo. Se acordó que había tomado un curso de fotografía durante su carrera. Su camino en las fotos comenzó a los 21, su mentor fue Luis Weinstein, el hombre del tiempo.

En Chile no le dieron la oportunidad de desarrollarse más, entonces partió a Nueva York para estudiar profesionalmente en la School of Visual Arts. Ahí conoció a Mariano Pastor. “Él me enseñó todo sobre las fotos, no sólo en términos de imagen, sino que también me hizo ver que esto era una industria”, dice Gabriel. Hizo también algunos cursos en la International Center of Photography.

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Su estudio

Es otra de las visiones que ha tenido en su vida. “Es uno de los pocos en Chile que fue hecho para sacar fotos”, dice. Es un lugar blanco, porque le gusta que las cosas se vean pulcras y luminosas, a tal punto que en su casa hasta el piso es de ese color. El estudio tiene 330 metros cuadrados que forman cuatro plantas: un subterráneo-bodega; el lugar donde hacen las fotos, que está más abajo que el nivel de la calle; la recepción, que se encuentra a nivel de piso y una planta más arriba donde trabajan los retocadores y están el sinnúmero de discos que almacenan todo su trabajo.

Tiene un nicho japonés que hizo inspirado en la película Being John Malkovich (¿Quieres ser Jonh Malkovich?) por el piso siete y medio que había en la cinta, donde la gente que trabajaba en una oficina tenía que hacer su vida agachados. Para entrar al nicho también hay que bajar la cabeza y un poco más.

“Arquitectónicamente es bien particular. Porque lo hicimos para que fuera estudio: tiene un pozo para poner la cámara, una ventana en el techo para que entre luz desde arriba si queremos, cocina, un sinfín curvo y paredes dobles”, agrega Gabriel. Cuando hay sesiones de moda desde la cocina salen brownies, croissants y exquisiteces preparadas por un chef.

El trabajo

Mientras hablamos en la cocina (abierta y con mucho té), a unos metros, donde comienza el sinfín curvo,  hay dos fotógrafos que le quieren dar brillo a una pantalla de plasma. A Gabriel le pidieron una foto de producto, el trabajo se hace en equipo. Los dos jóvenes llevan media hora probando con diferentes efectos: focos desde arriba, paraguas negros, plumavit, una tela, etc. Pero no lo logran. Uno sostiene los elementos que dan brillo y el otro se mete al pozo para sacar las fotos que se ven reflejadas dos segundos después en la enorme pantalla de computador con la que trabajan.

“No, le falta. Tenemos que seguir trabajando muchachos”, dice Gabriel desde la cocina. Los jóvenes siguen probando.

Hace diez años que tiene el estudio, hace doce que trabaja en forma profesional. Recién este año está acompañado, “estamos industrializando el tema porque yo antes me preocupaba de todo: desde que faltaba una ampolleta hasta las modelos. Ahora hay un gerente general, que también se llama Gabriel, que administra y yo estoy con dos fotógrafos más: Álvaro Puentes y José Moraga“, dice el fotógrafo. Gabriel, el gerente, se quedó con la oficina de Gabriel el fotógrafo y con toda la colección de figuritas de éste.

Son en resumen una empresa representante de fotógrafos que hacen imágenes para diferentes medios y publicidad, sin perder la calidad. En total trabajan 15 personas: diseñadores, retocadores, maquilladores, productores, etc. además de la población flotante que circula por el lugar.

“Me gusta hacer fotos de productos”, dice refiriéndose a la pantalla plana que sigue sin la iluminación que quieren. “Lo prefiero porque siento que es más de taller, más artesanal, me permite trabajar más con la luz. Además yo me formé en producto, pero la vida me derivó a las modelos”, dice. Cuando estuvo en Nueva York hizo dos portafolios: uno de productos y uno de moda, cuando llegó a Chile sólo le pedían hacer moda.

“2 a. m.”

Es el título de su libro que será expuesto en el Centro Cultural Palacio La Moneda a partir del 15 de junio. “Es una propuesta más intelectual que no se relaciona tanto con la belleza. Donde se ve la igualdad de los seres, habla de la cuna: de dónde venimos y por qué”, dice Gabriel. Es una interpelación para que los que más tienen den las gracias y para decirle al que está más abajo que sí es posible.

Son imágenes que narran una historia protagonizada por personajes famosos (políticos, actores, animadores, etc.) en contextos completamente diferentes a los que ellos están acostumbrados: Andrés Allamand de taxista, por ejemplo. Una foto lleva a la otra, todas a las 2 y algo de la madrugada. La muestra del centro cultural durará dos meses y estará acompañada de extractos de textos de escritores chilenos.

Fotógrafos emergentes

“Son maestros Álvaro Puentes y José Moraga, los que trabajan conmigo. También me gustan Nacho Rojas, Simón Pais y Javiera Eyzaguirre, pero ella es más efectista y a mí me gusta la foto natural, que la imagen no sea tan dibujo”, dice Gabriel.

Gabriel Schkolnick, a punto de cumplir 40 años dice que “no me equivoqué en la elección de ser fotógrafo, ya no me rijo por la mina rica, mis objetivos cambiaron absolutamente. Aun que sigo siendo hombre, claro, y me gusta ver mujeres bellas”. Esas son las imágenes de Gabriel, un mundo mucho menos superficial que el que uscaba a los 18 y más real como el de su libro.

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