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Mi hija y sus vacaciones

Tal como lo hago desde ya varios años, gracias a algunas negociaciones que hice en la oficina, me he tomado la semana para estar con mi hija Sofía en sus vacaciones de invierno. Claro está, he tenido que negociar también con su madre para que acceda a dejármela en mi departamento por una semana completa.

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No ha sido fácil, porque ella siempre tiene algún plan que interfiere con los míos. Sin embargo, como hace clases en varias universidades y el cierre de semestre la tiene algo estresada, se convenció solita (bueno, con algo de ayuda mía) de que sería provechoso para ella estar sola esta semana para así poder trabaja a full y cerrar todos sus temas pendientes. De esta forma, el pasado sábado, bien tarde por la noche, Sofía llegó y se instaló en mi departamento.

El domingo con mi hija en casa fue maravilloso. Pasar todo el día con ella sin tener la constante preocupación de que en algún momento de la tarde tendría que ir a dejarla donde su madre, o que esta la pasaría a buscar, nos relajó a ambos y nos permitió disfrutar cada minuto del día. Por la mañana, desayunamos juntos en mi cama. Mientras yo leía los diarios, Sofía se entretuvo leyendo algunos Astérix y Obélix que tengo en casa y que de verdad le fascinan. Más tarde me ayudó a preparar un mini asado que hicimos en el balcón.

Para mi sorpresa, Sofía se está convirtiendo en un excelente pinche de cocina. De hecho, lavó lechugas y exprimió limones con una destreza superior a la mía en esas tareas. Después de almuerzo, mientras yo trataba de dormir siesta (con un ojo abierto por si acaso), ella veía la tele despacio, como tratando no despertarme. Pero lo mejor del día vino en la noche, cuando fuimos a comer algo a un boliche cercano a mi departamento. Más que por la comida (un barros jarpa y un jugo), lo que más disfrutó Sofía fue sentarse en la barra del local y aprovechar de dar muchas vueltas en los taburetes giratorios que ahí hay.

Si bien trato de no ser uno de esos padres ausentes que, cada vez que tienen la oportunidad con sus hijos, los llenan de panoramas y finalmente los agotan. Sí tenía claro que quería llevar a Sofía un día al centro, para que aprovechara de visitar algunos lugares que solo conoce por la televisión y para que también pudiéramos ir juntos a ciertos rincones del centro que me gustan y que suelo visitar con cierta frecuencia. Tras una breve conversación el domingo por la noche, decidimos en conjunto que el día elegido para esta pequeña aventura de vacaciones sería el lunes y que lo culminaríamos viendo una película en el cine. De esta manera, a eso de las diez de la mañana de del día siguiente ya estábamos listos para partir al centro.

Una de las cosas que más le gusta a Sofía de salir conmigo es que nos movemos en metro, micro o taxi; cosa que ella no hace con mucha frecuencia junto a su madre. Por lo mismo, cuando supo que iríamos al centro en metro se entusiasmó mucho más. Es que le encanta cargar su tarjeta bip y guardarla en su billetera rosada. Tras bajarnos en la Estación Universidad de Chile, comenzamos nuestro recorrido céntrico.

En poco más de una hora dimos vueltas por La Moneda, el Palacio de Tribunales, la Torre Entel y la Biblioteca Nacional. Tras esto, quise llevarla al Haití, un lugar que siempre visito en mis escapadas al centro. Sin embargo, había olvidado que los niños ya no pueden entrar ahí por lo de la ley anti tabaco. No me quedó otra que mostrarle el local por fuera y contarle que mi abuelo -su bisabuelo- cuando estaba vivo iba diariamente a ese café.

Finalmente, tras muchas vueltas, encontramos un lugar de mi agrado y en el que dejaran entrar a Sofía. Como ya había pasado un rato decidimos almorzar ahí. Por la tarde, recorrimos algunas galerías comerciales, compramos unos juguetes para ella y unas camisas para mí; y terminamos tomándonos unas fotos en la Plaza de Armas. Luego, entramos a un cine y vimos Shrek 3. Sofía se entretuvo mucho, aunque me tuvo que explicar varias cosas, porque yo apenas recordaba la primera parte de esta zaga, la única que hasta ese momento había visto. Con tanta caminata y paseo, cuando llegamos a mi departamento por la noche Sofía ya estaba cansada. Por lo mismo, comimos temprano y –a eso de las nueve y media- se acostó. Luego vino el obligatorio llamado a su madre para decirle que todo estaba en orden y se durmió.

El martes fue mucho más tranquilo. Nos pasamos el día entre la lectura -cada uno en lo suyo- y luego vimos televisión juntos. Ahí, primero ella me explicó de qué se tratan ciertos dibujos animados y series que yo no conocía. Luego yo, al menos intenté, explicarle por qué me gusta ver deportes. Aunque claro, al poco rato me quitó el control remoto y volvimos a la programación infantil.

Para hoy miércoles tenemos pensado ir al Cajón del Maipo a visitar a unos amigos que tienen una hija de la misma edad que Sofía, aunque en verdad aún no lo tenemos del todo claro. Sin embargo, ya para mañana mi hija me ha pedido algo: que la lleve a la casa de una compañera de curso, porque quieren pasar el día juntas. Claro, sería iluso pensar que podría pasar los siete días completos con mi hija y nadie más alrededor. Nadie lo hace, ni siquiera los padres que viven con sus hijos. Bueno, no me quedará otra que ir a dejarla y luego aprovechar el día. Mal que mal, estas también son mis vacaciones de invierno.

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