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No todo lo que brilla es bono

El bono de las bodas de oro.

Qué lindo que te premien por despertar 50 años con la misma persona. El amor –algunos dirán la paciencia o costumbre- merece llevarse al bolsillo 250 mil pesos. Y está bien. El bono matrimonial es coherente con el ADN pro-familia de este gobierno. Es lo de ellos.

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¿Acaso alguien creía que se iban bonificar a las madres solteras por criar solas a sus hijos? ¿O a la primera pareja gay que se casó (en Argentina)?

Vivimos en un paísç donde este año las cifras de matrimonio ha sido por primera vez superadas por el número de divorcios. Sorprendente, ¿no? Por ahora nada parece frenar el fracaso matrimonial; ni la convicción conservadora de que es una unión indisoluble ni el bono de Piñera.

Tal vez es un asunto de ying y yang. Los hetero llevan décadas de karma matrimonial sobre su inconsciente; las parejas gay sueñan con acceder a ese altar que siempre se les ha negado. Volviendo a lo del bono, la iniciativa esconde sus trampas. Quienes se imaginan a filas de adultos mayores esperando cobrar su premio tomados de la mano, se equivocan. Los beneficiados de la boda de oro son muchos menos de los que se esperaba. Algunos diputados DC dieron la alarma.

El popular (o populista) bono corre sólo hasta el 2013 y excluye a quienes hayan cumplido 50 años de matrimonio antes del 1 de enero del 2010 (y que hoy tiene 51 o más de puntos acumulados). No sólo eso: tampoco vale si uno de los cónyuges estuvo previamente casado. Perdón, pero deberían recompensar por casarse dos veces, aunque la primera haya sido fallida. Según la diputada Carolina Goic, sumando y restando, el proyecto de ley cubre a 59.572 matrimonios, es decir, a 120.000 personas de un universo de más de 2,2 millones de pensionados.

La oposición pide como único requisito haber cumplido medio siglo de casado, lo que dada la realidad, no es poco. Si el matrimonio es un derecho universal, el bono también debería serlo.

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