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El rock de Mazapán

Una tarde con la música de la infancia.

Pese a que crecí escuchando casets de “Mazapán”, con temazos como “La Cuncuna Amarilla”, “El Ratón” y todas sus inolvidables canciones que han estado presente en más de una generación de chilenos, jamás los había visto en vivo. De su imaginario, sólo recordaba el programa que veía en la antigua Sony Triniton, en donde a través de la alfombra mágica y sus múltiples sketch, me crié como buen chileno, adorando este grupo de mujeres tan talentosas.

Nunca las había visto en vivo, hasta antes de ayer. El centro cultural Amanda, en su afán por tener una nutrida cartelera durante todos los días del año, tuvo para este último domingo la genial idea de prestarles escenario. Organizaron dos recitales: a las 12:00 y a las 16:00.

Como buen dormilón, organicé todo para ir a la segunda función. Fue un buen momento para invitar a mi ahijada de 7 años y, además, varias amistades partieron con sus críos o sobrinos. Por primera vez llego al Amanda y no se vivía un carrete pesado. Al contrario, la convocatoria consistía en un 90% de familias, pero tampoco faltaron algunos cogeneracionales que decidieron ir porque olían que algo épico había ahí.

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Qué puedo decir. A mi cerebro le costó procesar la información: tenía a menos de 10 metros, a la Michelle Salazar y todas sus secuaces, las mismísimas de siempre, y aunque el tiempo ha pasado y ya todas bordean los 60 años, bailaban y cantaban como siempre. Las primeras canciones que interpretaron no las conocía. Qué importa, mi ahijada estaba feliz. Pero a medida que van apareciendo sus himnos de siempre, ya no sólo los pequeños bailaban y tarareaban desenfrenádamente, sino que las 1000 personas aproximadas que estaban en el lugar, estaban poseídas por el espíritu infantil. Al chileno más duro y hardcore le tocarían la médula, al menos si escucharon cuando pequeños a este sinfónico conjunto, cosa muy probable porque su rating entre la población infante era elevadísimo en la televisión.

Así, padres e hijos, unidos por la “Cuncuna Amarilla” y “La marioneta Macarena”, se entregaron a una tarde en donde interpretarion gran parte de su repertorio, hipnotizando a los niños y transportando a los mayores a sus años inocentes. Con un amplio dominio instrumental, que cualquier banda de rock se quisiera, mientras Michelle Salazar, la mujer de Benito Rojo y la que en mejor estado físico se encuentra, seguramente gracias al Pilates, era la encargada de lanzar la broma. Verónica Prieto estaba con la misma cabellera larga de siempre. La Lulú Corcuera apenas se separó del piano. Verónica Carvallo es la que pasa más desapercibida, en tano que Cecilia Alamos es la única que realmente tiene voz, la cual no ha cambiado en nada. En el escenario, seguramente se impresionan, cómo 20 años después, tienen una masa de todas las edades, que se saben casi todas sus canciones.

Supe que existe el proyecto de realizar un mega concierto homenaje a este grupo de chilenas que se ha destacado en la música como pocas. Hasta Cerati estaba en los planes. Material hay, su amplia discografía y el recuerdo colectivo de sus creaciones es mucho más amplio de lo que se cree. ¿Quién no se sabe, aunque sea el estribillo de Martín el Llorón? Llegó la hora de ser agradecidos. Si los artistas chilenos se unieran, y este proyecto se concretara, creo que un tributo a Mazapán, en el Estadio Nacional, donde Javiera Mena interprete el “Sauce Lllorón”; los Jaivas “Carola la Caracola”, Illapu “La Ronda de los Amigos”, los Tres “La Cuncuna Marta Luna”, y todos juntos “La Cuncuna Amarilla”, sería un justo recuerdo para una banda que, querámoslo o no, estuvo en el inicio de las vidas de geeks, punketas, deportistas y pokemones.

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