Actualidad

Quiero vivir con mi papá

“Matrimonios que parecían brillar para siempre en el firmamento, se están apagando igual que estrellas fugaces”. ¿Con quién se quedan los hijos?

Es como una plaga. Así se refería la otra vez alguien al tsunami de separaciones/divorcios que está envistiendo a mi generación. Matrimonios que parecían brillar para siempre en el firmamento, se están apagando igual que estrellas fugaces. Parejas que veíamos resistir el tiempo, caducan de un día a otro, igual que esas latas en conserva que se avinagran apenas abiertas.

“Lo más normal del mundo”, me decía mi hermana (divorciada, vuelta a casar) con su escepticismo habitual. “¿Por qué ibas a creer que nosotros nos íbamos a comportar distintamente a nuestros padres? “Bueno”, dije sacando lo poco de conservadora que hay en mí, “justamente porque el 70 por ciento de nuestros amigos se criaron en familias extendidas, play- mobil, con padrastros, madrastras, parejas volátiles de padres o madres, y esa amalgama de adultos que de repente te hace extrañar tener un núcleo familiar clásico y old fashion”.

La realidad siempre supera los buenos deseos, lo sé. Pero nuestro excesivo individualismo (y egoísmo) nos hace renunciar demasiado prematuramente a cualquier compromiso, no sólo matrimonial. Se lucha poco, por decirlo de alguna manera; pulsando la tecla “enter” con cierto arrebato y afán de borrar lo que no sirve, como si la felicidad anduviera más rápido en otro servidor.

Recomendados

El problema de esta navegación emocional son los niños. Siempre es triste ver a tu papá haciendo las maletas de casa. Hay, y siempre habrá, algo incomprensible en eso, aunque después te acostumbres a verlo una vez por semana y a esperar su visita con una mochila al hombro.

En Chile la ley garantiza que los hijos queden bajo la tuición de la madre, y a menos de que ésta sea mentalmente desequilibrada, o borracha, es muy raro que tras un divorcio, los hijos permanezcan con su papá. Conozco varios padres –y sospecho que son cada día más- que quisieran tener igual derecho que sus ex en el cuidado filial. La razón es obvia. En mi generación los papás están tan presentes como las mamás en la crianza, comparten mismo tiempo, espacio y tareas domésticas, lo cual los aleja de esa figura distante y antigua de un padre kafkiano o fantasmal. Es más, me atrevo a decir que muchos de ellos son mejor mamá que las mismas mamás, o al menos son percibidos por sus hijos igualmente cercanos. ¿Por qué entonces no adaptar nuestras leyes a esta nueva realidad y flexibilizar nuestra obsesión matriarcal a favor del hombre y todos de esos Kramer que salen perdiendo?

No es raro que un hijo, sobretodo ya crecido o adolescente diga abiertamente que quiere vivir con su papá y esté esperando cumplir 18 para irse con él.

Francia cuenta con un régimen interesante. Si ambos están de acuerdo, y la ex pareja vive equis metros distantes uno del otro (en el mismo perímetro donde el niño hace su rutina y va al colegio), el niño puede turnarse, viviendo una semana con la mamá y otra con el papá.

No está comprobado que tal vaivén le traiga inestabilidad al niño; al contrario le asegura la permanencia y convivencia de sus dos mundos, materno y paterno, tras la separación. Conocí algunos hombres que luego de divorciarse buscaron un departamento de soltero muy cerca de su ex para gozar de esta posibilidad. Sus niños parecían acostumbrados a tener dos casas y romper el esquema de “fin de semana de visita donde el papá” a favor de una “vida paralela con el papá”. Aunque algunas no lo admitían abiertamente, las madres también se sentían aliviadas de la carga de la crianza, teniendo una semanita para ellas, sus viajes de negocio o lo que fuera.

Visto desde el punto de vista del niño, es como seguir viviendo con los dos pero por separado. Lo que no está mal, sobre todo si los necesitas por igual.

Tags

Lo Último


Te recomendamos