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“Las hermanas de la Magdalena” en la vida real

Hoy Suiza pide perdón por era prisión para jóvenes díscolos.

En suiza este sistema comenzó en 1942 y metía presos a jóvenes como Úrsula, una niña de 17 años que quedó embarazada y que quiso escapar a Italia con su novio, un hombre divorciado de 24 años, cuya situación empeoraba aún más la cosa.

Cuando llegaron a Italia, fue atrapada por las autoridades suizas y la enviaron devuelta a su país. Tenía cinco meses de embarazo y hoy, a los 60 años, agradece no haber llegado con menos tiempo de gestación a la cárcel porque sino, la habrían hecho abortar, como a algunas de sus compañeras. A pesar de su estado, era obligada a trabajar doce horas en una lavandería, lavando a mano, junto a otras reclusas de uniforme café, igual que las protagonistas de “Las hermanas de la Magdalena”, quienes también lavaban ropa. Trabajan junto con las reas de verdad, las que tenían asesinatos confesos. Lo único que las diferenciaba era que las que habían cometido delitos usaban uniforme azul.

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Los “crímenes” que cometían eran absurdos: beber alcohol, desobedecer a los padres, tener escasa disposición para trabajar… ridiculeces que hacían enfurecer a sus progenitores a tal punto de enviarlos a esta correccional atroz. Igual que en la cinta donde muestran a una niña responsable violada por su primo, su padre considera que ella es la culpable del hecho por “provocar” al muchacho, cuando ella no hizo nada y él se le tiró encima. Por eso debe pasar cinco años encerrada hasta que logra escapar con un grupo de compañeras. Esa historia real, está basada en un sistema arbitrario y escandaloso que no debiera admitir excusas.

Suiza, un país que se enorgullece de su democracia y rectitud, pidió disculpas esta semana, 40 años después, por tener un lugar como Hindelbank, la cárcel a la que eran enviados estos jóvenes. A pesar de no haber cometido ningún delito, ellos eran considerados lo peor de la escala carcelaria, los presos comunes tenían más derechos y sabían cuánto tiempo duraba su condena, los díscolos no tenían idea de cuándo saldrían. Al final, si analizamos la historia suiza, por muy desarrollados que sean hoy, antes eran bastante arcaicos: las mujeres no podían trabajar, ni perfeccionarse; era una sociedad basada en el machismo donde las mujeres pudieron votar recién en 1971.

A otra de las jóvenes a la que le pidieron perdón públicamente fue Gina Rubeli, una mujer que quiso ser temporera y que por eso la enviaron a un hospital psiquiátrico, donde los médicos les preguntaron a las autoridades qué querían que apareciera en el informe; luego pasó a un convento, donde tuvo un intento de suicido y finalmente llegó a Hindelbank, donde estuvo 12 meses. Sólo por querer trabajar.

El lugar estaba siempre lleno porque se convirtió en un negocio lucrativo para el Estado, los padres de Úrsula pagaron 5.200 euros de esa época por su internación. Ella, como otra de las protagonistas de la película, tuvo a su bebé en prisión, pero después de inyectarle algo en los pechos y amarrarlos, le quitaron a su hijo y lo entregaron en adopción, sin consultarle nada a ella, igual que en la cinta. Pero no sólo las mujeres sufrían, los hombres también, para ellos estaba Dietisberg, un lugar donde podían elegir entre pasar tres años de prisión o uno de trabajos forzosos, donde los chicos eran maltratados constantemente. Christof llegó hasta ahí con 16 años luego de que se fuera desde Suiza a Hamburgo porque quería ser marino. Estaba aceptado en la escuela, pero le faltaba un papel que debía ir a buscar a su casa, a su llegada a Suiza, fue arrestado porque el alcalde de su pueblo había dado la orden de captura.

Lo enviaron a Dietisberg y dijo, el día en que les pidieron perdón, que el ejército, donde también estuvo, era muchísimo mejor que ese lugar. Las condiciones eran terribles y los maltrataban constantemente a pesar de que en 1974 Suiza había firmado todos los protocolos de Derechos Humanos y que, por lo tanto, no debían seguir pasando lo que sucedía en esas cárceles, pero pasaba igual.

No todos pueden, ni deben, remar para el mismo lado en que lo hace la sociedad. Qué aburrida sería la vida si todos pensáramos igual, por eso a los díscolos en lugar de encarcelarlos por pensar distinto, deberíamos agradecerles por hacernos el mundo más diverso.

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