A él, le plancho las camisas

La primera vez que escuché esta frase fue hace un par de años, en boca de una mujer mayor de la cual no me lo hubiera esperado jamás. Desde ese instante, considero que la mejor expresión del amor profundo que una mujer de nuestros tiempos puede decir de su pareja es: “A él, le plancho las camisas”. ¿Notable, no?

Les puede sonar machista, retrógrado y todos aquellos pensamientos a que saltan al leer esta frase. Pero… por un momento, deténganse a pensar en el verdadero significado de esta declaración amorosa.

Que una le planche las camisas al hombre tiene que ver con un sacrificio, con hacerse el tiempo de hacer algo que, en lo personal, detesto. O sea, si odio planchar en sí, planchar una camisa es lejos lo más odioso que hay (usando el estilo clásico de planchar primero la parte de los hombros, luego las mangas, espalda, frente, cuello y doblado perfecto a la atura de la mitad del bolsillo, así como cuando una las compra).

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Declararle eso es vencer todos los tabús que puedas tener con las relaciones igualitarias, machistas o feministas, porque tu amor va más allá. Es como decirle que le darías un riñón, pero más bonito y demostrable.

Es expresar que él te importa tanto como para preocuparte del más mínimo detalle para que esté cómodo, tranquilo, entretenido y otros detalles que lo hagan feliz. Es decirle que mejor haga algo que le guste y tú te preocupas de eso. Como muchas veces él hace lo mismo por ti.

Yo a mi pareja, le plancho las camisas. Porque se lo merece. Porque me cuida cuando estoy enferma (incluso enferma de mañosa), porque los silencios son gratos, porque se preocupa que lo pasemos bien sin importar dónde ni cómo.

Cada una sabrá cómo medir si su hombre merece que le planchen las camisas, o no. Porque no olvidemos que la post-modernidad puede haber pasado por el mundo pero en nuestra sociedad pocazo impacto tuvo. No me vengan con que no.