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Conoce la nueva afición de nuestro columnista top.

Cuando era niño solía entretenerme con cosas simples. Jugaba al fútbol en una plaza que había cerca de mi casa, armaba increíbles escenas de guerra con mis soldaditos en miniatura, veía algo de televisión (no llegaban muchos canales, así que tampoco era muy atractiva la oferta) o simplemente leía revistas de historietas. La verdad es que no sólo no me aburría, sino que lo pasaba excelente en estas actividades, tanto en solitario como con mis amigos. Sin embargo, tengo claro que las cosas cambian. Por lo mismo, he tratado de ir adecuándome a lo que le gusta a los niños de ahora. Mal que mal, tengo una hija de ocho años y quiero que lo pase bien cuando se queda en mi departamento algunos fines de semanas.

Cuando era más pequeña, Sofía se entretenía con cualquier dibujo animado que dieran en la televisión. Solo había que sintonizar un canal de esos que dan series animadas todo el día para que ella se quedara tranquila, casi hipnotizada por lo que veía. Sin embargo, a medida que fue creciendo fue también entendiendo mejor de qué trataban todos estos dibujos, al mismo tiempo que se dio cuenta que gran parte de la programación de estos canales eran capítulos repetidos. Así las cosas, no me quedó otra que invertir algo de dinero y comenzar a comprar o arrendar DVDs con películas y series animadas de estreno.

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Pero bueno, el tiempo pasó, mi hija creció y el acceso a Internet se ha hecho cada vez mejor y más barato. Resultado: Sofía puede navegar en su casa con ayuda de su madre y hasta bajar películas. Así las cosas, los DVDs que yo le pueda conseguir casi siempre ya los ha visto. De hecho, ahora es ella quien llega a mi departamento con alguna película o serie que con su madre han bajado. Incluso para mi cumpleaños me regaló una caja con varias películas antiguas que ella misma –esta vez junto a su abuela- buscó en la red.

Sin embargo, desde hace algunas semanas tenemos una nueva entretención para Sofía. Y para mí también, debo reconocerlo. Resulta que un buen amigo partió a Europa a doctorarse, por lo que vendió casi todas las cosas de su departamento, con excepción de sus libros. Durante meses trató de venderme –sin éxito- su auto, por lo que para tratar de compensarlo en algo accedí a comprarle –a muy bajo precio una bicicleta elíptica y un Play Station 3. La verdad es que a la elíptica no le he dado nada de uso. En cambio, a la Playstation le he sacado bastante trote, sobre todo en estas tardes lluviosas que últimamente ha habido.

A lo mejor los juegos que me dejó mi amigo no son la mejor selección para una niña de 8 años, por lo que he descartado de plano los más violentos, pero los juegos de deporte han tendido un puente entre las dos generaciones, y pasamos tardes enteras jugando al Wall-E, NHL y Need for Speed, por ejemplo. En realidad los dos somos pésimos, pero por lo mismo lo pasamos mejor añadiendo a la experiencia de juego las risas por lo malos que somos.

Descubrí además que puedo usar la PS3 para arrendar ya no DVDs sino Blu Ray que ofrecen muy alta calidad de video. La semana pasada vimos “Cómo entrenar a tu Dragón” y me pareció muy superior a un DVD. Después supe que mi televisor no es “Full HD” por lo que a lo mejor sólo me sugestioné. Pero creo que mi hija también quedó feliz con la experiencia.

No crean que voy a dejar de salir a caminar con mi hija, ver películas o regalarle libros; pero un par de tardes al mes sentados uno junto al otro frente a la pantalla, riéndonos, gritando e intentando vencer la torpeza en los controles, son un ingrediente más de la relación que vamos construyendo ella y yo, en donde cada minuto suma para seguir siendo familia.

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