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Previniendo el mal navideño

Lee la columna de María José Viera Gallo.

Me niego a contagiarme de la fiebre navideña. Cuando pienso en el sol radioactivo de esos días previos a Navidad, en los viejos pascueros que transpiran debajo de sus barbas, en la gente paseándose por los mall aturdidos, buscando un regalo a último minuto, me dan ganas de esconderme en un hoyo negro y saltar directamente al 2011. Este flashforward de algo horrible que sabes que vendrá sólo se parece al nervio que produce subirse a un avión, esperar el resultado de un examen médico (¿hay algo más terrible que la prueba del VIH?) o sentir la primera contracción de un parto.

Ahora que tengo hijos, me he propuesto – y sinceramente no sé si lo logre-eximirme de las obligaciones consumistas pre- fiestas de fin de año y recuperar el sentido original de la Navidad que no es otro que el de esperar y celebrar la llegada del niño Dios al mundo. Ya sé lo que están pensando: se volvió loca. Lo pondré de otra manera. Asumir la indiferencia y el no sentido espiritual de la Navidad, odiarla como muchas personas lo hacen y con justa razón, es igual a compras de último minuto y estrés involuntario. ¿Puedo elegir otra alternativa?

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Quisiera entregarle a mis hijos la Navidad que yo tuve cuando niña. Es cierto; me falta el invierno, el olor a castaña de las calles de Roma, y me falta también la fiesta de los reyes magos que no se celebra en Chile. Pero lo que más recuerdo de las navidades de mi infancia es la representación en vivo del pesebre que hacíamos con nuestros amigos. Todas las mujeres querían ser María –salvo mi hermana que era feliz disfrazándose de hombre-, pero lo interesante es que jamás interpretábamos el mismo rol y cada uno era en un minuto asno, pastor, rey mago, etc. En el antiguo imaginario cristiano, cada uno de los personajes del pesebre representaba un estado distinto de nuestra vida.

José por ejemplo, es el cable a tierra, el cuerpo, la energía masculina. El asno y el buey, el proyectoa seguir. El niñoJesús, representa ese espíritu inocente, no contaminado quedebemos mantener intacto a la largo de la vida. Yasí. ¿No es cool acaso que nuestros hijos jueguen (y les encanta) a ser el pastor y el asno que serán a lo largo de su vida? O tomándolo por el lado pop, ¿Por qué disfrazarse de Hannah Montana y no hacerlo de Virgen María?

Desde la próxima semana el jardín Waldorff al cual va mi hijo (ya tendré tiempo de hablar de eso), entrará en período de Adviento. ¿Qué es eso?, se preguntarán… el nombre de un Simce especial para niños? El Adviento consiste en encender una vela un mes antes de Navidad, mientras se espera avistar en el cielo la estrella de Belén y el nacimiento del niño Jesús. Todo esto suena a un comic, lo sé. Y por eso me gusta. Vivimos en un mundo carente de fábulas y mitos. Los niños de hoy esperan la Navidad para tener entre sus manos el último mono Disney, pero pensemos un segundo. ¿Por qué tengo que comprarme todo lo que me ofrece Disney y darle un valor a eso en mi vida, cuando hace 2000 años se celebra la llegada a la Tierra de otro mono (Jesús) más inmortal que Shreck?

La otra vez caminaba por un mall de Viña con una amiga y comentábamos que el capitalismo es la nueva cara del fascismo. Da susto. Pronto será Navidad, de nuevo. Y sólo quiero prender una vela.

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