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Amigo Secreto en la oficina (Parte I)

“Acepto participar en algunos rituales típicos de la época como el “Amigo Secreto” que se hacen en mi oficina.

Ya les conté hace algunas semanas que todo esto de las fiestas de fin de año no me gusta mucho. Y claro, aunque hay cosas con la que no transo -como instalar el dichoso árbol de Navidad en mi departamento o comprarle regalos hasta a los primos en segundo grado-, igual acepto participar en algunos rituales típicos de la época. Por ejemplo: el “Amigo Secreto” que se hacen en mi oficina. Mal que mal uno es educado, además que siempre es bueno mantener las buenas relaciones con gente que uno ve a diario.

Hasta el año pasado esta celebración era bastante agradable en mi trabajo, porque no éramos más de diez personas en la oficina y porque solíamos intercambiar regalos en un pequeño restaurante de carnes que nos queda cerca. Sin embargo, este año mi editorial se fusionó con una gigante trasnacional, por lo que ahora somos algo así como cincuenta personas trabajando juntas. Y claro, si bien pudimos encontrar una oficina más grande en el mismo edificio de siempre, esto del Amigo Secreto ha cambiado radicalmente.

Primero que nada, hemos sido muchos a los que nos tocará hacer un regalo a alguien que prácticamente no conocemos. De hecho, yo tuve que ir a preguntarle a la jefa de personal quién era el tal Juan Benítez -nombre ficticio para efectos de no develar toda la dinámica del Amigo secreto, claro- que aparecía en el papel que saqué de una improvisada tómbola, y que resultó ser un tipo de contabilidad que llegó hace menos de seis meses a la empresa y que –con suerte- me lo habré topado un par de veces por los pasillos o el ascensor. Espero le guste el vino tinto, porque el otro día en el supermercado ya me aseguré con su regalo.

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Ahora bien, la parte del intercambio de los presentes me da la impresión que será un real coñazo. Esto, porque como no cabíamos en el restaurante de carnes que usábamos antes, se ha decidido que el evento se realizará en un bar cercano a Bellavista que se cerrará especialmente para nosotros. Ya se habla que tendremos cotillón, concursos sorpresa, dinámicas grupales y hasta karaoke. Sí, karaoke. Lo que más odio en el mundo junto a las fiestas de disfraces. ¡Qué horror!

De verdad, estoy pensando seriamente en encontrar una buena excusa para zafar de todo ese infierno que seguro será el dichoso “Amigo Secreto”. Pero nada, hasta el momento no se me ocurre nada de verdad creíble. Por lo mismo, así como van las cosas, seguro que en la próxima columna les cuento cómo me fue y terminó todo este entuerto.

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