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¿Qué hacer con una hija de vacaciones?

Javier Ramos y sus soluciones para divertir a su hija este verano.

No es primera vez que me pasa, pero no por eso puedo decir que he podido solucionar este problema. Resulta que, como bien saben ustedes, tengo una hija de casi nueve años –Sofía- que por estos días está de vacaciones. Y si bien no vive conmigo, si no que con su madre, ambos debemos afrontar esto de que la niña tenga todo el día libre y nadie que pueda cuidarla. Porque claro, Victoria, su madre, también trabaja.

Durante diciembre la solución se llamó Ana, la hermana de Victoria que vive en Barcelona y que –como vino a pasar las fiestas de fin de año a Chile- las ofició de niñera por casi tres semanas, desde que Sofía terminó sus clases en el colegio. Pero ahora no tenemos quién nos pueda dar una mano, y tanto Victoria como yo no vislumbramos en el horizonte vacación alguna. En otras palabras: estamos complicados.

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En estos primeros días ha sido la abuela materna de Sofía quien ha ayudado a su hija con el cuidado de Sofía. Pero ella este fin de semana se va con sus amigas a la playa por un buen tiempo, así que tenemos el tiempo en contra. Que Victoria tome vacaciones ahora es prácticamente imposible, porque por su trabajo en publicidad el mes de enero es muy importante y movido, con todas las cosas que deben dejar listas para marzo, cuando aquí en Chile se acaba el verano y comienza –de verdad- el año laboral.

Con todas estas dificultades rondando por mi cabeza, de verdad que envidio a un grupo de padres que vi el lunes por la mañana despidiendo a sus hijos scouts que se subían a un bus para partir de campamento. Claro, no es algo que dura más de dos semanas, pero claramente andaría mucho más aliviado si Sofía fuera scout. Pero para qué me voy a engañar, si mi hija es urbana como yo y prefiere mil veces achicharrarse de calor en el cemento de la ciudad que ir a dormir en carpa y ser picada por los bichos en el campo. Así las cosas, el tiempo corre –rápidamente- en mi contra.

¿Qué haré? Al parecer lo mismo que en enero del año pasado. Hacer algunos ajustes en mi trabajo, llevarme un montón de papeles, archivos y lecturas; y trabajar en casa por las próximas dos semanas, aunque siempre conectado al chat de mi secretaria y respondiendo los mails de los colegas. Todo esto, con un ojo sobre lo que haga Sofía y, lo más difícil, procurando que no se aburra ni que le den ganas de salir a pasear por ahí. No me quedará otra, ¡Viva el verano!

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