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El Festival de Viña y yo

Una relación de muchos años.

Cualquiera que haya nacido y/o vivido buena parte de su vida en Chile tendría que ser muy snob -o simplemente un cínico de aquellos- para decir que no entiende ni conoce mucho acerca del Festival de la Canción de Viña del Mar. Mal que mal, es un evento que ya va en su versión número cincuenta y dos. O sea, querámoslo o no, es parte de nosotros. Siempre ha estado cerca –o lejos- nuestro. Pero de que ha estado, ha estado. Ahora bien, la gente está en todo su derecho al decir que encuentra al festival penca, repetido, aburrido, ordinario o lo que sea. Pero de ahí a negarse a su existencia o recordatorio… Me parece que es mucho, casi como matar al padre.

Si trato de hacer una lista de los trozos de festival que hay en mi memoria la verdad es que esta resulta prácticamente interminable. Confeccionándola de una manera más o menos cronológica, se me aparecen imágenes de The Police, Ray Conniff, el Japening con Ja, Miguel Bosé, Julio Iglesias, Zalo Reyes, el truncado show de Hermógenes con H, Dyango a medio filo, Klaudio Showman (burro incluido), Soda Stero, GIT, Los Enanitos Verdes, el Puma Rodríguez diciendo que hay que escuchar la voz del pueblo, Mister Mister y su saludo a los artistas chilenos amenazados de muerte, Faith No More, el primer festival tras el fin de la dictadura, Denisse ganando la competencia internacional, Los Prisioneros, Los Tres… En fin. Como dije antes, la lista de recuerdos es interminable.

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Y como estos recuerdos nunca vienen solos, también vienen a mi mente los lugares donde seguí tantas ediciones del Festival. La que era mi casa, en provincia. La casa de mi abuela en Providencia, o  de vacaciones en el sur, donde junto a mi hermano nos preocupábamos de cada noche estar cerca de un televisor para poder seguir a algún artista que nos interesaba. Sin embargo, cuando éramos bien chicos, por lo general el sueño nos vencía y terminábamos enterándonos de los pormernores de la jornada al día siguiente por la radio, los diarios o el clásico “Aquí Hotel O’Higgin’s”, con Juan Gillermo Vivado. Antes de la historia del condón, claro. Sin embargo, el tiempo fue pasando, me hice más grande, cambié mis intereses y –afortunadamente- tuve televisión por cable. De esta forma, el festival siguió estando ahí, pero ahora más en segundo plano y compitiendo con otras múltiples aficiones. En honor a la verdad, una vez terminados los años ochenta mi interés por este evento nunca fue el mismo. Como a tantos otros les pasó, supongo.

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