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Vacaciones y cumpleaños

Estar de cumpleaños en verano es bastante desértico: hace calor y no hay nadie. Lo primero no es tan malo, ya que puedes hacer un carrete en el patio  sin sufrir de congelamiento. Pero lo segundo no me gusta para nada.

Hace pocos días cumplí el cuarto de siglo y lo celebré en mi casa. Vinieron algunos familiares y unos pocos amigos, pero no hice invitaciones; sólo convidé a quienes me llamaron. El año pasado, en cambio, aproximadamente dos semanas antes de mi cumpleaños, mandé un mail invitando a todo el mundo. Finalmente, sólo llegaron alrededor de ocho personas, contándome a mí. Y aunque eso podría considerarse como una concurrencia reducida para un cumpleaños “normal”, para un cumpleaños que se celebra en verano – cuando casi todos salen de vacaciones- ocho personas constituyen  una pequeña multitud.

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Haciendo memoria, les puedo contar que desde chica, si pasaba mi cumpleaños en casa, siempre eran muy pocos los compañeros de colegio o vecinos del condominio que por esos días estaban en Santiago. Incluso mis primos estaban dispersos. Pero de todas maneras, mi madre siempre se las arregló para acomodar un par de globos aunque la canción de cumpleaños la cantara el coro más reducido del país.

Y claro, llegada la época de la adolescencia, esa cuando uno se cuestiona “quién es y para dónde va”, cuando la mayoría de mis compañeras hacían fiesta de 15, pasar el cumpleaños apenas con mi mamá y mi madrina era toda una tragedia griega. Qué decir de todo lo que me deprimía cuando sobraba más de la mitad de la torta, que siempre era de las más chicas disponibles en el mercado. Y nunca la de milhojas, que era la que me gustaba, porque esa sólo la hacían para 25 personas.

Los años han pasado y entre mis pares los tres meses de estío son cosa del pasado. Pero, de todas maneras, la gente igual se las arregla para salir de vacaciones justo la primera quincena de febrero… justo para mi cumpleaños. Sin embargo, lo que se puede hacer es pedir las vacaciones para esa fecha e irse de la ciudad, de modo que no te importe tanto estar solo o con apenas algunos de tus seres queridos. Y si no pudiste salir de la ciudad, no queda otra opción que asumir la realidad con entereza y colocar en el freezer la torta que sobre. Y aunque te encantaría recibir un lindo chaleco, o al menos una bufanda, agradece educadamente los consabidos regalos veraniegos: numerosos pareos, varias hawaianas, múltiples bolsos para la playa y al menos tres bloqueadores y bronceadores, todos artículos que difícilmente alcanzarás a usar antes de que expiren.

Tus amigos siguen siendo tus amigos y te quieren, pero no le vas a pedir que cancelen su descanso,  que corran de la playa al ciber café más cercano o que hagan algo tan simple como mirar el calendario y llamarte. O sea, ¿Quién está pendiente de la fecha cuando está de vacaciones?


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