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De compras: Si me atienden mal, me voy

¿Qué pasa cuando a uno lo atienden mal?

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Ya les he hablado otras veces de mi relación con las compras; me gusta jugar a comprar por Internet, y también me gusta vitrinear. Me gusta comprar algunas cosas al por mayor y sobre todo, me gusta encontrar una tienda nueva.

Pero lo que no me gusta para nada, es cuando me atienden mal. ¿Les ha pasado que llegan todas buena onda, hablando suavecito, diciendo buenas tardes y preguntando por alguna prenda y como respuesta se llevan un simple ladrido?

Yo de verdad no lo entiendo. Entiendo que a veces los sueldos son bajos, las horas son largas, los jefes son negreros, hay clientes que no son sino ladrones, y la situación completa es una soberana porquería. Pero aún así, conozco vendedores cuyo sueldo mejoraría bastante con las comisiones, las cuales de seguro tendrían si a uno lo atendieran bien. A veces, solo aunque a uno lo atendieran.

¿Cómo influye la atención a la hora de preferir una tienda?

En mi caso, influye harto. He estado en tiendas donde he querido salir corriendo, pero encontré algo que me gustaba, que me quedaba bien y que estaba a buen precio, así que no me quedaba otra que quedarme ahí. Pero en otros casos, la mala onda ha sido tan grande, que prefiero no comprarme eso que me gustó que soportar que me traten mal. A veces da igual porque eso lo venden en otros lados. Otras veces,me han tratado tan bien, que me compro algo más que por lo lindo o por el precio, por la persona que me atendió. En ocasiones, he pagado un poquito más al cambiarme de tienda, pero la experiencia ha sido mucho mejor.

Y cuando el que atiende es visiblemente el dueño, la cosa es aún más inverosímil. Mi abuela siempre contaba la misma anécdota: entró a una pulpería a comprar un kilo de azúcar. La dependienta estaba sentada, y le dijo “Señora, por qué no va al frente? … es que me da flojera pararme” increíble.

Lo mismo pasa cuando uno va a comer; a veces la comida es exquisita, pero cuando el servicio apesta, y aunque los precios sean buenos, no dan ganas de comer.

Así que aunque sea el mejor producto del mundo, el más original, el que esté a muy buen precio y que te quede perfecto, o que sea el chef más top y que haga la comida más rica, no necesariamente la vas a preferir.

Después de todo, no sólo te llevas un producto, también te llevas la experiencia.

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