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Inicio de clases: Cuando tu niña se vuelve adolescente

Me mira a sus casi 15 años y me dice que no es necesario que la acompañe en su primer día.

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Me mira a sus casi 15 años y me dice que no es necesario que la acompañe en su primer día.

Ahí mismo se me partió el corazón. Sabía que el rito llevaba como 3 años siendo más para mí que para ella, pero otra cosa es que me mire de frente y me diga a la cara “estorbas” o “estás de más”.

No queda otra que sonreír lo más honestamente y decir que claro, que no hay problema que vaya sola, que se junte con sus amigas y que tenga un buen día.

Pero en el fondo no es lo que quiero decir, no. Quiero seguirla hasta su sala como cuando tenía 4 y entró al Pre-Kinder echándome para la casa en casa paso. Entonces era divertido escucharla decir que ya es grande y puede sola. Hoy no. Hoy es verdad que es grande y puede sola, ya no tiene nada de entretenido.

Soy de esas mamás que quieren que los niños se queden chiquititos lo más posible y se me parte el corazón cada paso que da lejos de mí. Pero trato que eso intervenga lo menos posible con su sano desarrollo. Ella ya empezó a cortar el cordón hace rato y yo viví en la negación hasta hoy. Ya no me queda negación alguna para echarle mano un día más.

En mil días más estará lista para la universidad. Es grande. Puede sola. Mil días. No queda nada.

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