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La vida lejos de la ciudad

Padres llenos de dudas.

Desde más de diez años que vengo escuchando a cientos de amigos y conocidos capitalinos que sueñan con vivir fuera de Santiago, buscando estar “en contacto con la naturaleza” o “sin ser víctimas del stress de la ciudad”, como siempre dicen. Algunas de estas personas no se han quedado sólo en palabras y han agarrado sus cosas y emigrado.

Por lo mismo, conozco gente que vive en parcelas de agrado en Curacaví, San José de Maipo o Colina; y que viajan diariamente –al igual que varios miembros de su familia- a trabajar o estudiar a Santiago. Hay otros que han ido más lejos con esto, literalmente, instalándose en las afueras de Puerto Varas, el Valle del Elqui o el ahora tan chic Valle de Colchagua.

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¿Qué hacen allá? Algunos han logrado seguir con sus profesiones en pueblos cercanos, mientras que otros se han reinventado con restaurantes, beds and breakfast, granjas orgánicas y otras aventuras medio hippie cuiqui. Y los menos, siguen conectados con Santiago y sus viejos trabajos gracias a Internet, haciendo honor a las bondades del teletrabajo, aunque viajando bastante seguido a la capital por reuniones y otros asuntos profesionales.

La gran mayoría de quienes han optado por esta vida más relajada, sana y llena de verde sólo hablan maravillas de su día a día. Que cultivan sus propias verduras, que ha mejorado la salud de sus hijos, que compran un pan amasado de miedo, que comen huevos de campo y que tienen hasta mejor cutis.Y qué decir cuando a uno le toca visitar a algunos de estos amigos que han cambiado de vida. Uno la pasa bien, come rico, respira buen aire y hasta se trae algún regalito.

Sin embargo, durante el último años algunos de mis amigos han comenzado a cuestionarse su salida de Santiago en busca de –según ellos- una mejor calidad de vida. ¿Por qué? Porque muchos de ellos comienzan a ver las desventajas de estar fuera de la capital (sobre todo los que viven en zonas más extremas) a la hora de planificar lo que será la educación de sus hijos. Porque claro, la casita en la pradera es linda mientras tus hijos son guaguas o recién comienzan a leer y los puedes enviar a la escuelita más cercana que tengas. Pero cuando ya quieres que ellos aprendan idiomas, practiquen ciertos deportes o –más adelante- hagan preuniversitario; la cosa tiende a ponerse más difícil.

Y así, nadie tiene bien claro qué será mejor para nuestros hijos, si criarlos en un ambiente natural y lejos del mundanal ruido. O desde pequeños enseñarles a que el mundo es duro y competitivo. Duro dilema, sobre todo en un país como Chile, tal vez uno de los más centralizados del mundo. Por lo mismo, vivir en Santiago es muy, pero muy distinto a hacerlos en provincia, sobre todo en zonas rurales.

¿Qué será mejor? No lo tengo claro. Pero sí estoy seguro que yo no me muevo de Santiago. Porque me gusta y creo que es el mejor lugar de Chile para que crezca mi hija.

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