Parece que estamos grandes

Estoy en ese momento de la vida en que los megacambios parecieran formar parte del menú del día. Primos, amigos y conocidos están empezando a casarse y a tener hijos; los que están solteros, a hacer ese gran viaje, a cambiar el auto o a vivir solos.

Yo sabía que eventualmente iba a llegar la hora en que mi amiga del colegio partiera unos meses a Europa o que otras aparecieran mostrando su nuevo anillo y diciendo, como si nada pasara, que se casan (me sonrío de solo recordarlo, y es que nunca las vi más felices, ¡que maravilla!). Y aunque en teoría me lo esperaba, debo admitir que tanto notición me ha tomado completamente por sorpresa y me ha dejado un poco overwhelmed (disculpen la siutiquería, pero encuentro que el “abrumada” no le hace justicia a su traducción al inglés, que es tanto más lo que siento).

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Tal vez no el hecho en sí mismo, si no que más el darme cuenta de que llegué a ese periodo de la vida en que estas cosas pasan. No sé si me entienden… No me resulta angustiante, ni me siento vieja, ni creo que me va a dejar el tren, es solo que como cachetada me ha llegado esta clarísima e irrefutable prueba de que no somos los superjóvenes que nos creemos –tampoco quiero ser la chiquilla de cuarto medio de hace 10 años–, que ya estamos tomando decisiones trascendentales para nuestra vida y que parece que ya estamos grandes… Cuático.

¿Será la edad? ¿La presión social? ¿El ya no tan, pero todavía agradable y novedoso poder adquisitivo? ¿El instinto maternal que aflora? ¿La necesidad de sentirse realizado?

La verdad no tengo idea, solo creo que hoy para mí lo importante es disfrutar el camino que he elegido y vivir apasionadamente el presente. Respecto de las amistades, por supuesto que seguir unidos en todo momento y celebrando como corresponde cada uno de los pequeños grandes pasos que damos cada día. Al fin y al cabo, todos buscamos lo mismo: vibrar alto.