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¡Qué plancha más grande!

a todos nos ha pasado

A todos nos ha pasado. Todos hemos sufrido vergüenzas en nuestras vidas. Líquidos derramados, percances, caídas, cagazos, condoros, pastelazos.Y es que hay cosas que nos pasan que muchas veces escapan de nuestro control. Más allá de situaciones que son de por sí humillantes, como ir al dentista o al ginecólogo, las vergüenzas pueden sorprendernos en el peor momento. Y sin preparación alguna. Las planchas que me dan más plancha son aquellas que me ocurren o que sin quererlo hago que me ocurran y que hacen que moleste a los demás, sin quererlo obviamente.

Pensaba en esto -en la humillación- cuando iba hoy en el metro. Estaba leyendo mi libro y siento un líquido correr por mi pierna. No, no era pipí. Era simplemente agua; una botella que llevo siempre en la cartera. Estaba mal cerrada y se derramó, pero se derramó completamente, porque la cantidad de líquido fue suficiente para traspasar la cartera de cuerina. Lo único que atiné a hacer fue a voltear el contenido de mi cartera en el asiento de al lado, rescatar el celular, guardármelo en el bolsillo y acomodar como mejor pude mis cosas en mi bolsa donde generalmente llevo mi almuerzo (en un bolso aparte) y la chaqueta (por lo caluroso del metro). Me manié entera y no atiné a -por ejemplo- sacar el bolso del almuerzo para que la bolsa tuviera más capacidad, o a poner el paquete de pañuelos totalmente anegado, dentro de la botella (que es de boca ancha) para que no siguiera escurriendo. Entremedio se me cayó el labial al suelo y la niña de al lado atinó a recogerlo; me lo pasó pero yo estaba aún sacando cosas de mi cartera… me lo sostuvo un momento y yo de frentón le dije “Te agradecería tanto que me ayudaras”… tenía una hojita de toalla nova y estoy segura que la gente de alrededor tenía pañuelos en sus carteras… nadie me ofreció nada y la cartera, ya vacía, seguía chorreando.

Estuve todo el camino advirtiéndole a la gente que no se sentara en el asiento que estaba mojado, y mirando como el río de agua se hacía cada vez más largo  y barroso. Era tanto mi sentimiento de culpa por haber mojado el asiento, el suelo, y haber importunado a otros, por saber que la persona de aseo se enfrentaría a un barrial, que incluso pensé en bajarme y cambiarme de tren; pero estaba demasiado humillada como para siquiera atinar a pararme. Pero no podía hacer más, no tenía nada seco para secar el suelo, excepto el chaleco; y eso hubiera sido un poco absurdo. Incluso le pedí disculpas a un señor, pues no pudo sentarse en el asiento que mojé y no quiso aceptar el mío. El me dijo que daba lo mismo, que era agua no más “Imagínese hubiera sido vino” . Hasta me hizo sonreír.

¿Cuáles han sido sus planchas más grandes?

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