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Siento celos de la tecnología

¡Conoce a nuestra nueva columnista Monserrat Lecaros!

Hace años pololeé con un músico. Todo era divertido con él, pero cuando se trataba de mi adicción por estar en línea, el cariño pasaba a segundo plano gracias a sus rechazos por Twitter o simplemente una pantalla portátil. Desde entonces, mi película personal dio otro giro; ya no estoy con él, pero si con alguien que es igual de conectado que yo, ¿problema? Estamos los dos demasiado pendientes de internet.

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Cada vez que compartimos, sin importar la hora y el lugar, estamos viendo nuestros teléfonos. Jugar, revisar el mail, ver quién te mencionó en Twitter, e inclusive revisar la casilla del correo de Facebook, es parte de la rutina de estar pendiente de nuestras vidas digitales. Claramente en nuestro caso el asunto es obvio, él es periodista y yo también ejerzo como tal, por lo mismo es imposible no estar siempre disponible para los jefes. Pero llegué a un punto en el que me molesta de sobremanera no poder darnos un espacio.

Pero ese tipo de ejemplo no es sólo común en mi relación, casi todos mis amigos y conocidos tiene un smartphone. Estar a merced de sus equipos, sin importar si en la otra mano tiene una chela durante un carrete, es un síndrome común en mi círculo.  Lo peor, queridos lectores, que no es algo anormal, es parte de nuestra sociedad en general.

Antes se le llamaba generación del pulgar o los nuevos geeks, pero ahora todos somos parte del mismo team que no puede separarse de la tecnología. ¿Qué hacer?, ¿rendirse o implementar un plan de acción? Para mi hay dos salidas, identificar si es necesario estar con el celular (bloquear el sonido para que no interrumpa una conversación) o simplemente aceptar que las relaciones personales ahora son acompañadas por un teléfono móvil.

¿Les ha pasado? ¿Qué harían en mi lugar?

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