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Desde Marte: Prototipos y arquetipos de las mujeres, del nerd al motociclista

O de cómo Edward Cullen y Jacob Black nos han arruinado la vida a los hombres que sí vivimos en el mundo real

Es un hecho, aunque no queramos admitirlo. Somos animales de arquetipos en lo que se refiere a relaciones personales. Es algo de lo que nos damos cuenta después de la tercera relación con una persona que tira la ropa interior en el piso o que tiene el cabello negro y la piel pálida. Tenemos nuestros moldes, tenemos nuestras marcas registradas.

Pero si hay algo que los hombres no podemos dominar en su totalidad, es la cantidad de estas formas de comportamiento que demandan las mujeres. De acuerdo, cierto tipo de mujeres. El ejemplo más claro es el reciente estreno de la nueva película de Twilight: el caballero andante, tímido e inadecuado pero dispuesto a morir por su amada (y con cabello fa-bu-lo-so) y el animal sin camisa de pectorales firmes, pero de buen corazón. Es la eterna lucha entre el nerd con corazón de león y el motociclista con alma de poeta.

Más de una vez, he visto cómo hay hombres que intentan llenar esa hoja de requerimientos para que la chica en cuestión caiga rendida. Casi siempre fracasan. A más de uno le han lanzado las inmortales palabras: “es que no eres sensible”. Y ahí va uno, a la película de romance, a la visita al museo, a la expo de fotografía. Con el tiempo, se vuelve algo habitual y hasta disfrutable… y entonces ella termina la relación. No solo eso, resulta que ha empezado a salir (y con salir quiero decir en realidad encerrarse) con uno de sus amigos del trabajo, un aficionado al rugby que gusta de beber cervezas por galón y en su tiempo libre se involucra en peleas de bares.

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El término que están buscando es WTF?

Lo mismo ha pasado en el sentido contrario. La chica demanda que el nerd debilucho se ponga a hacer ejercicio y vea más futbol. Cuando lo hace y obtiene unos deltoides de campeonato y bíceps de Vin Diesel, ella dice “has cambiado”. Y entonces el ex nerd se queda con un palmo de narices y una suscripción a un gimnasio al que no quería ir en primer lugar. Y la duda eterna de “¿qué fue lo que hice mal?”

La respuesta es “todo”. Eso de cambiar de personalidad a placer de alguien se llama sumisión e inseguridad. Cuando se inicia una relación y más aún, cuando se desarrolla, las partes deberían conocerse lo suficiente como para saber que quieren pasar el tiempo con un geek, con un fortachón, con una princesa o una workholic sin remedio. Querer cambiar la mera esencia de la otra persona es decidir que se quiere beber Pepsi cuando se ha ordenado Coca Cola y peor aún, transformar una en otra, todo en aras de satisfacer una necesidad o fantasía que podría ser menos real que lo que tenían en primer lugar.

He visto este comportamiento más repetido en las mujeres que en los hombres. Quiero el Príncipe Azul, quiero El Hombre Lobo, conviértete en el Poeta Maldito, trátame bien, trátame mal.

Aunque debo admitir que por lo menos una vez, me cambié el corte de cabello a petición de alguien. Hey, todos tenemos nuestros momentos de flaqueza.

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