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“No”, la película: Yo vi a las mujeres bailando la cueca solas

Han pasado seis días desde que vi el film de Larraín y aún está en mí.

N de la R: Nuestra columnista Tere Hales quiso compartir con nosotras una reflexión con respecto a lo que le produjo ver hace algunos días la película chilena NO, en el contexto de su condición de actriz y también como testigo circunstancial de la represión y los temores de los años de dictadura en Chile.

Alguien me dijo que uno no podía ir a ver una película para tratar de revivir o encontrarse con su historia. Se puede, pero no necesariamente es la propuesta del autor.

La ficción en libros, cine y teatro es para mí siempre una posibilidad donde el lector o espectador puede volar en la fantasía, recrear un mundo propio o sumergirse en la trama. Desde las tragedias griegas el hombre exalta sus pasiones al verse proyectado. La identificación con un contexto político, social o histórico se vuelve inevitable cuando la ficción se basa en un hecho real. El arte en todas sus formas de expresión es un acto de libertad para el artista y el receptor.

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La posibilidad de un plebiscito, la esperanza de que fuera limpio, la presencia de la prensa extranjera es trabajo también de otros que no aparecen en la cinta. La derrota de Pinochet fue gracias a la lucha, el aguante, la fuerza de muchos otros grandes y pequeños personajes, que no aparecen en “NO” la película. Pero la cinta es sobre el proceso creativo de una campaña, no es la historia de la dictadura. Sin embargo es también el punto de partida a cuestionarnos la transición. La película se trata de lo que dice que se trata: La campaña del NO. Y cumple la promesa.

Es un trabajo impecable. Con actuaciones, que con sutiles caracterizaciones se hacen verdaderas y cercanas. Un guión claro, entretenido. Foto, arte, dirección, luz, sonidos, montaje de primer nivel. Porque utiliza recursos como filmar en el soporte de video de los 80. Porque homenajea con imágenes de archivo, artistas que estuvieron allí, y en un acto casi brechtiano, los pone en escena también en el presente sin disimular el paso del tiempo. Produciendo un distanciamiento que nos recuerda que estamos frente a la pantalla. Y nos permite pensar, no sólo sentir. Por eso es una buena película.

Y llega en un momento exacto, cuando nos preguntamos adónde vamos y olvidamos de dónde venimos, cuando los problemas en educación provienen de un sistema anterior que no hemos sabido cambiar. Cuando la campaña de la derecha, más bien de Piñera, copió la alegría, los colores del arcoíris en su estrella que lo llevó a ser presidente. Los que trabajamos en publicidad sabemos el impacto que tiene una campaña por buena o por mala.

No me cabe duda que el señor Larraín no ignora la garra de la oposición a Pinochet. Estoy segura que reconoce que gracias a la lucha de mujeres y familiares de desaparecidos, cacerolazos, personas en clandestinidad, compañeros peleando por participar o no en el plebiscito, el plebiscito llegó.

Y cuenta cómo esta campaña ayudó a fundar esperanzas, a convencer a indecisos, a poder avanzar. Y sí, es sobre marketing, arte, coraje, riesgo y mucho trabajo. Y es ese proceso el que está retratado.

El año 85 llamaron de noche a la casa y mi papá contesto: “¿la pieza del fondo es la de la niñita? ¡Oiga, el niño no debería salir a la calle a jugar a la pelota!” y cortaron. Acto seguido sintió que desde los pies le tiraban la sábana, se sentó y continuaba sintiendo como se movía. No había nadie, eran los latidos de su corazón.

Yo tenía 7 años cuando mataron a José Manuel Parada, Nattino y Guerrero. Yo conocí a sus familias que nunca dejaron de pedir justicia. Yo vi a las mujeres bailando la cueca solas, yo fui a ver a mi viejo a la cárcel mientras me revisaban el bolsón, yo tengo familiares secuestrados, torturados. Yo no podía salir a la calle porque un auto blindado se paraba en la puerta y más de una vez trataron de entrar con metralletas. Yo tuve una en mi cabeza, yo solo tenía 7 años. Pero yo soy de las afortunadas.

Y entiendo a quienes critican la película porque esperaban más lágrimas, porque esperaban ver más caras conocidas, porque crecieron en el exilio, porque quemaron a Carmen Gloria Quintana. Porque les mataron a su gente, porque lloraron de dolor, porque no soportaron las torturas, porque los criminales no se muestran en la cinta, porque todos los ganadores tampoco.

Pero han pasado seis días desde que vi “NO la película” y aún está en mí. Porque insisto, es impecable. Pero también, porque narra una historia particular, que nos permite recordar que se puede, que las personas podemos luchar. Que hay cosas del modelo heredado que siguen ahí. Que todavía queremos alegría, al menos queremos más.

Porque ver una película es como hacer el amor, aunque te guste, no siempre cumple tus expectativas. Y eso también depende de ti, de quien eres, como estás y de tu historia única y particular. “No” cumple su promesa.

Y que el Sr. Moreira haga el ridículo en twitter me hace gozar. Porque tiene miedo. Pues como dice mi novio, tal vez esta sea la mejor campaña para que la concertación despierte y pueda volver a ganar.

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