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Soltera Otra Vez: Terca y distante

Todo está en Cristina Moreno. Ella (Paz Bascuñán) es la chilena tipo, quizás más flaca que el promedio, pelo negro, sonrisa amplia, mamá absorbente, papá ausente y una tribu de amigas con las lenguas más venenosas de la cuadra.

Hay una razón poderosa por la que Soltera otra vez es un hit del horario estelar. Es la razón por la que miles de mujeres (y hombres, a su pesar) postean, tuitean, comentan, celebran y copian el lenguaje, las escenas y los personajes de esta comedia que revitalizó las teleseries nocturnas del 13. Todo está en Cristina Moreno. Ella (Paz Bascuñán) es la chilena tipo, quizás más flaca que el promedio, pelo negro, sonrisa amplia, mamá absorbente, papá ausente y una tribu de amigas con las lenguas más venenosas de la cuadra.

Cristina Moreno es lo que llaman “gente como uno”. Una chica que supera la treintena, a la que su novio cambia por otra chica más joven, más relajada, rubia y (horror) más flexible. Cristina ha imaginado un futuro pintado de rosa, el que de pronto se viene abajo con la peor pesadilla: pillar a su pareja enredado en las sábanas con otra mujer.

De ahí en más, el personaje de Cristina Moreno se despliega como lo que es: una versión soft de una looser. Una chica que vive endeudada (pero con glamour), a quien la dejó su novio después de ocho años y una infidelidad (pero se siguen viendo a diario), que tiene una jefa que le hace bullying (pero no renuncia) y un vecino entrometido (pero que le gusta, porque es el moreno guapo del barrio).

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En el guión, imagino, está la motivación de identificar a ese universo de mujeres solteras e independientes que viven solas, que trabajan y se gastan su plata en lo que les gusta sin grandes pudores, y que pueden ir a cualquier parte sin pedirle el parecer a nadie ni preocuparse por mamaderas o pañales. Mujeres a las que no les aprieta el anillo. Sí, Chile cambió. Para integrarse al mundo laborar, la mujer estudió más, se perfeccionó mejor y tuvo menos hijos, una media de 1,5 por útero, según las cifras. Y es a esa mujer (a la profesional que postergó su maternidad pero no el estudio ni el amor ni la diversión) a la que apela Soltera otra vez.

La primera vez que la vi, la serie me pareció una mala mezcla de El diario de Bridget Jones con Sex and the city. Incluso peor: se trataba de mujeres bastante ineptas, incapaces de vivir su vida sin un “bombón” o un “pastel”. Había un trasfondo peligroso en esos primeros capítulos: la soltera era medio tontona, frágil y superficial. Paz Bascuñán aparecía tullida, encorvada, apenas balbuceaba palabra. La caricatura del dolor. La habían dejado. A poco andar, esa caricatura dio paso a otras menos comunes, como la amiga guapa y lesbiana, el padre de familia que quiere (de pronto) ser escritor porque quiere “libertad”, y el semental de ascendencia árabe, siempre tan dispuesto al sexo.

Y es ahí donde peca la nocturna del 13. La historia resulta un despliegue de personajes de cartón. Donde debiera haber cierta normalidad, hay rigidez. La soltera o sufre o es una suelta incapaz de enamorarse (por miedo, claro, no porque no exista el hombre correcto). Aquí no hay carreras exitosas, no hay grandes convicciones, ni siquiera hay grandes amores. El refrigerador de la soltera siempre está lleno, no sabe de comida podrida ni de platos sucios. No terminó su carrera y gana mal, pero se viste como modelo de pasarela.

Los pequeños triunfos de las mujeres de la serie están en la mezquina revancha que la protagonista tiene cuando su rival-flexible es abandonada. O bien en esa relación extramarital que la única casada de la tribu de amigas sostiene para (oh, paradoja) revitalizar su matrimonio. Mención aparte merece la insufrible Fabiola, cuyos logros están estrechamente ligados con el cupo de su tarjeta de crédito y el largo de la cola de su vestido de novia.

Pese al cartón, Soltera otra vez lidera el horario prime y supera los 29 puntos de rating. Tiene momentos graciosos y personajes entrañables (el calvo de Luis Gnecco haciendo de sí mismo), y una banda sonora de lujo que apela a la nostalgia. Pero tal como canta Nicole en la canción principal, la historia es terca y distante. Empecinada en mostrar mujeres con demasiados vestidos pero muy poca sensatez.

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