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Adiós Blanquita Vicuña Ardohain, que llegues bien

Manifiesto y despedida a la hija de Carolina Ardohain y Benjamín Vicuña.

Blanca ya se fue para los cielos como Rosita, como el querido angelito de Violeta y como cuantos querubines que nos aventajaron en ese extraño abismo llamado muerte.

Blanca se fue a los cielos, y con ellos nos vamos todos un poco a la cresta, porque Blanca, Rosita e incluso Daniel Zamudio, se transforman en símbolos del arraigo humano, del no entender perder, del nuestro imperfecto y bien intencionado egoísmo, del quisiera que estuvieras aquí… conmigo.

Hasta hoy, “El rin del Angelito”, es uno de los temas que más me duele, porque es muerte, porque la muerte duele, aunque tratemos de calmar el alma, diciéndonos que por fin nuestros ángeles descansarán en paz.

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Hace unos años, en una intensa conversación con el psicólogo clínico Giorgio Tamburini, me comentó que el único dolor irreparable es el de la pérdida de un hijo, entonces me pongo en los zapatos de Carolina Ardohain, en los de Benjamín Vicuña, en los de Violeta, en los de la señora María, en los del joven matrimonio sin nombre, que representan a tantos nombres… Entonces me pregunto ¿Por qué?

“La explicación de su vida, cortada con tal premura”.

A mí la muerte me duele. Y aunque sea una frase empañada de cliché, sabemos que es lo único seguro que tenemos de la vida, pero no por eso deja de doler. Lo entiendo, pero no lo acepto. Y aunque tengamos la vida de ensueño, seamos unos grandes imbéciles o unos pobres mortales, la implacable nunca nos deja de lado.

Y es por eso que entre tantos pesimismos conceptuales, quiero sentir, siento, como Blanquita se reencarna en una delicada mariposa cargada de polen, llenita de sol, la misma que veo desde mi ventana y me sonríe, como Rosita, como Zamudio y como tantos niños que lograron liberarse de este cínico y morboso mundo para convertirse en el brillo de una rosa o de un pececito nuevo.

Lo lamento profundamente por nosotros los vivos, por los abandonados, por los que aún no tenemos la oportunidad de ir derechito a saludar a la luna y de paso al lucerito. Adios Blanquita, que llegues bien.

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