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CL: Paños Fríos y Pantuflas, El discurso mentiroso

No señores, no es el triunfo de “las dueñas de casas”, es un triunfo de los tacones, de mujeres públicas y en terreno. Pongamos paños fríos, todavía nos queda una victoria pendiente.

Primero que todo quiero decir que me alegro del triunfo de Josefa Errázuriz, Carolina Tohá, Maya Fernández, en las emblemáticas comunas que dejan de tener un gobierno local de derecha, y también me alegro por lo que ha hecho Carolina Leitao en Peñalolén.

Pero quiero poner paños fríos y dirigir la mirada a un discurso errado y a una realidad elidida que incita a error.

A fojas cero, que quede registro desde dónde reflexiono. Soy militante de la Democracia Cristiana hace más de veinte años pero hace casi siete años que mi participación es sólo eventual. Fui (y disfruté ser) una militante de terreno, que pasé por todas las estructuras partidarias que correspondían a mi edad y condición a partir de los 13 años y me enorgullece haber sido electa como la primera presidenta de la Federación de Estudiantes Secundarios de la provincia con más comunas de Chile después de la provincia de Santiago, la provincia de Ñuble.

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No sólo lo fui en cuanto género si no en cuanto a orgánica misma: la primera representante elegida postdictadura, lo que trajo aparejado un trabajo grandioso en mística y esfuerzo para lograr conformar centros de estudiantes en todas las comunas de la provincia y en todos los tipos de dependencia de los establecimientos.

Luchamos con apenas catorce o quince años sin miedo y contra el miedo. Además desarrollamos ese trabajo en tiempos en los que la entrega de una simple carta a los y las dirigentes estudiantiles podía significar coordinaciones y viajes por la provincia durante diez días.

Supe en esos tiempos del compromiso de choferes y dueños de la locomoción colectiva interprovincial rural que me dejaban andar gratis de bus en bus y también supe del apoyo de mi liceo de secundaria, que me entregó todas las facilidades posibles.

Tiempos buenos. Pero me alejé cuando la discusión y reflexión interna (a lo menos en mi provincia y dentro de mi partido) se fue haciendo cada vez menos relevante respecto a otras formas de vivir la política, siendo reemplazado, en mi caso, por un compromiso militante y diario con el mundo de la cultura, que es también construcción política del país.

Indicado lo anterior, quiero llamar la atención respecto a esta eclosión de líderes mujeres en comunas capaces de construir agenda y al discurso sexista y desenfocado que lo rodea.

Por ejemplo, en el caso de Josefa Errázuriz, se insiste hasta el hartazgo que es un triunfo de la dueña de casa, minimizando el hecho de que ella es una mujer egresada del Villa María Academy, es socióloga de la Universidad de Chile y que trabajó más de 30 años para las Naciones Unidas. No es una dueña de casa promedio, no es un triunfo espontáneo de una mujer dedicada a las labores domésticas en forma exclusiva, es un triunfo político y profesional de una mujer perteneciente a un mundo social al que no pertenece la chilena media, cuyo compromiso es muy valioso y un testimonio, pero que no puede ser levantado como una bandera representativa del mujerío.

Lo mismo sucede con el triunfo político de Carolina Tohá (Doctora en Ciencias Políticas, diputada durante dos periodos, hija del Ministro Tohá) y Maya Fernández (Bióloga y Médico Veterinario, Concejal por cuatro años, nieta del presidente Allende), ambas con una historia de vida ligada a la política activa y con una historia profesional que, unido al voto de rechazo de sus competidores, les permitió enfrentar la elección y ganarla a pesar de lo que las encuestas proyectaban.

Tres triunfos para alegrarse, pero tres victorias que no son fruto de la casualidad, por eso hay que poner paños fríos: Es un triunfo de los tacones, de mujeres públicas y en terreno, de un trabajo permanente, constante, y no es un triunfo de las pantuflas, por ello –insisto- éste no es el “triunfo de las mujeres dueñas de casa”.

Si las mujeres que han tenido mejores oportunidades en la vida y las han aprovechado, miraran hacia los gobiernos locales un nuevo momento tocaría; si todas esas mujeres se procuraran, aprovechando su mejor posición, la construcción de un capital político con miras a su uso en favor de las mujeres que menos recursos y oportunidades tienen, otro gallo le cantaría a Chile y a toda Latinoamérica.

El verdadero triunfo de la dueña de casa será el día que salga de la referencia privada, del mundo doméstico y parcial, y sea parte de su cotidianeidad la participación en sueños colectivos de país. Y esto todavía es una victoria pendiente.

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