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Nada peor que estar aburrida

Descubriendo formas en el techo y la pared se pasan muy lento las horas

No puedo ser la única que piensa que no tener nada que hacer es, más que una bendición, una pesadilla. Pasé dos semanas en reposo por una lesión en el pie y por momentos recordaba lo aburridas podían llegar a ser las vacaciones cuando estaba en la universidad, porque, sorprendentemente, me la pasaba mejor y hacía más cosas divertidas en semanas de clase que en asueto.

Por supuesto que no es está nada padre levantarse temprano para ir a una clase odiosa cuando sólo se ha dormido un par de horas (con suerte) pero ¿dónde está el chiste y la aventura en levantarse después del medio día porque no hay nada qué hacer? Como si fuera un eterno domingo…

Y no es que tenga nada en contra de los domingos tampoco, pero no se puede vivir así perpetuamente. O por más de una semana. Al menos no después de determinada edad.

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Porque los domingos y los días que “no tenemos nada que hacer” son los días favoritos para nuestra traicionera mente que se entretiene llevándonos a sus rincones más escondidos y sembrando las ideas más locas; ¿qué no por eso los domingos son el día perfecto comer de un bote de helado con una cucharita y la mirada perdida?

De verdad creo que no hay nada peor que estar aburrida. Comienzas un libro pero no puedes pasar de las tres páginas; prendes la televisión y nada te satisface, sales a caminar y ya quieres regresar o encontrarte a alguien o algo.

Vagas como alma en pena, como sonámbulo por la casa en plena luz del día. Entras a la cocina, abres el refrigerador y olvidas por qué estás ahí en primer lugar. Te acuestas en la cama, duermes un rato y das vueltas otro, mientras piensas en la respuesta perfecta que pudiste haberle dado a Fulanito hace tres años cuando te dijo que no quería nada serio pero tú ya sabías que andaba viendo a otra.

Piensas en entrar a clases de natación, checas horarios en diferentes lugares y abandonas la idea a los 20 minutos. Actualizas tu estado de Facebook o Twitter sólo para generar controversia o sembrar una pequeña semillita que, tal vez, germine en un inbox o mensaje directo. Tal vez.

Saludas a gente con la que hace meses que no hablas y te das cuenta de que eso es precisamente porque no tienes nada qué decirles. Le llamas a tu mejor amiga pero está ocupada. Te aburres tanto que ordenas todos tus libros y fotos, ríes y lloras con cartas viejas… y te das cuenta de que es momento de cambiar de página.

¿Verdad que no hay nada más horrible?*

 

*Bueno, sí hay, claro… pero hay que ser tantito dramáticas 😉

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