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Relatos: SAN VALENTÍN PUÑETERO Y EL DÍA DESPÚES

¿Estuviste sola el día de los enamorados? Bueno, hoy es otro día (Por suerte)

15 de Febrero.

¡Por la diosa Durga que habita mis carnes! Por fin pasó este día. Pensé que mi delicado equilibrio existencial colapsaría. Esta sensación de andar “socialmente al debe” porque no tengo a mi lado un tipo estuvo a punto de hacerme llorar.

Anduve extrañamente melancólica, como tonta de fondo, con una idiotez ambiental. Se me hizo angustia no tener a quien besar dulcemente y que se incendie con mis labios (y ¡bueh! ustedes saben el correlato posterior al beso-flama, ¡no se hagan los cuchos!). Sí, definitivamente, ayer quise pasar las uñas por torso extraño.

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Pero ¡diantres! tendré deudas orgásmicas pendientes pero no quiero cualquier cosa, no alguien que llene el espacio sin oficio. Quiero un amor de supermercado. Quiero entrar, cotizar, revisar la etiqueta de sus ingredientes, evaluar si es nutricio, si puedo pagarlo en cómodas cuotas, incluso mirar si hay otras interesadas en llevárselo, y después, parsimoniosamente, echarlo a mi carrito de treinteañera ansiosa de poesía, sexo y conversación fluida.

Y como los años no pasan en vano, las complejidades se suman y entrecruzan peligrosamente.

Conversando con una de mis amigas, llegamos a la conclusión que –al margen que no todas las personas son iguales, pero que hay ciertas estructuras constantes que permiten generalizar, como me dijo un amigo- lo que se necesita cuando eres mujer, de tres décadas o más, profesional, y chúcara es más bien un puerto, saber que existe un refugio todo evento por ahí, de modo que una pueda surcar libremente todos los mares sociales en busca de miles de cosas que a ratos parecen más importantes y luego saber que existe un lazo que te une cadera a cadera ajena y en el mejor de los casos alma a alma compatible, y volver para nacer, crecer, extinguirse y renacer en otra boca. Y luego partir de nuevo.

Quiero ser también un puerto al que él llegue cada ciertos días urgente e intenso, húmedo y dialogante, con quien siempre sea tiempo de siega y luego dormir entrelazados, cansados y plenos. No quiero pensar en lavar su ropa ni en pedir permiso para quedarme toda la noche leyendo en la cama de ambos.

Pero San Valentín y su puto día del Amor me hizo mirar con envidia mal disimulada a los que están inmersos en todo aquello que ya no quiero para mí. Imagino que la inconsecuencia hizo fiesta ayer conmigo.

Pero hoy es el día después y otra vez sólo quiero un café, un buen libro, Yann Tiersen en el aire y si las diosas paganas se apiadan de mí, un corsario. Todo río vuelve a su cauce. (Por suerte).

MILITA

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