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Las cartas de amor y erotismo de James Joyce a Nora Barnacle

Qué Sombras de Grey ni que nada, aquí está la más auténtica literatura erótica.

Como muchos deben saber, James Joyce (1882) es uno de los escritores más influyentes del siglo XX y por qué no decir, de todos los tiempos. Con su ingeniosa pluma irlandesa ha trascendido las páginas del tiempo con obras como ‘Ulises’ (1922) y el registro escrito de la desbordante lujuria que despertaba en él, Nora Barnacle, su amante, mujer y musa.

Nora y James se conocieron en Dublin en 1904 y desde el primer encuentro desataron su idílica y compleja pasión, sobre todo luego de que ella abriera el cierre del pantalón del escritor para acariciarlo hasta “hacerme hombre”, como bien le diría él en una de sus explícitas cartas; tesoro invaluable de la más intensa y auténtica literatura erótica.

En una oportunidad Joyce contó que Nora extrajo de él sentimientos y emociones que no había experimentado hasta entonces, compartiendo con ella cuanto detalle de su vida personal podía y describiéndola como “el alma más hermosa y sencilla del mundo”. Estuvieron juntos hasta el 13 de enero de 1941, día en que James murió. 10 años después, Nora fue a su reencuentro.

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A continuación extractos de las cartas de James Joyce a Nora Barnacle:

1 de septiembre de 1904

Esta mañana me levanté temprano para terminar un relato que estaba escribiendo. Cuando había escrito una página decidí, en cambio, escribirte a ti. Además, pensé que no te gusta el lunes y que una carta mía te animaría el espíritu. Cuando soy feliz tengo un loco deseo de contárselo a todas las personas que encuentro, pero lo sería muchísimo más si me dieras uno de esos sonoros besos que te gusta darme. Me recuerdan el canto de los canarios.

3 de agosto de 1904

Querida Nora, ¿estarás “libre” esta noche a las ocho y media? Espero que así sea, porque he tenido tantas preocupaciones que necesito olvidarlo todo en tus brazos. Así que ven si puedes. En virtud de los apostólicos poderes investidos en mí por su Santidad el Papa Pío Décimo, por la presente te doy permiso para venir sin faldas para recibir la Bendición Papal que estaré encantado de proporcionarte. Tuyo en el Judío Agonizante.

En virtud de los apostólicos poderes investidos en mí por su Santidad el Papa Pío Décimo, por la presente te doy permiso para venir sin faldas para recibir la Bendición Papal que estaré encantado de proporcionarte.

25 de octubre de 1909

Mi pequeña, querida y leal Nora, no escribas de nuevo dudando de mí. Eres mi único amor. Me tienes completamente en tu poder. Sé y siento que si en el futuro tengo que escribir algo bueno o noble, lo haré únicamente escuchando sobre las puertas de tu corazón.

8 de diciembre de 1909

Dices que a la vuelta me vas a chupar y quieres que lama tu sexo, pequeña pícara depravada. Espero que alguna vez me sorprendas durmiendo vestido, me asaltes con un destello de puta en tus soñolientos ojos, me desabroches con suavidad, botón por botón en el vuelo de mi trusa, y saques gentilmente la gruesa fusta de tu amante, la escondas en tu boca húmeda y la mames hasta que dura y erectísima acabe en tu boca. Algunas veces también te sorprenderé dormida, levantaré tu camisón y abriré suavemente tus bombachas calientes; suavemente me recostaré y comenzaré a lamer con placidez alrededor de tu sexo. Te agitarás incómoda, entonces lameré los labios del sexo de mi querida.

15 de diciembre de 1909

Ahora estoy seguro que mi niña se ha ofendido con mis sucias palabras. ¿Estás ofendida, duenda, por lo que dije de tus bragas? Eran puros sin sentido, querida. Sé que son tan inmaculados como tu corazón. Estoy seguro que puedo lamerlos completamente: olanes, piernas y trasero. Sólo que en mi puerca manera de pensar me gusta imaginar que están sucios en cierta parte. Todo esto no tiene sentido tampoco, querida, eso de la sodomía contigo. Es solamente el gusto que le descubro al sonido de la palabra, en la idea de una tímida muchacha, bella como Nora, quitándose la ropa de espaldas, y revelando sus dulces calzoncitos blancos de muchacha para excitar al descarado camarada del que ella está orgullosa; y entonces lo deja clavarle su obsceno pito gordo a través de la abertura de sus bragas y para adentro, adentro, adentro, en el querido agujerito, entre las frescas y regordetas nalgas.

Cartas de Amor de James Joyce a Nora Barnacle

Fuente: Avantsex.com

Foto: theamericanreader.com

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