Actualidad

Sola solita sola

Lo que cuesta tener un momento para no estar y la necesidad de un espacio propio.

Siempre digo, y sostengo, que la vida de adulto es muy dura por muchas y variadas razones, y la de la mujer adulta, sin afán de parecer prepotente, es mucho, pero mucho más dura aún.

Desde que somos niñas a muchas nos advertían que nada es gratis, que “la fama cuesta”, decían en la serie… siempre pagando por todo. Todo llega, pero previo pago, ¡Oh sí!, doy fe.

Estaba pensando, por ejemplo, en lo que cuesta tener un momento a solas. Una cosa tan pequeña y simple que parece un tontería, pero que no lo es.

Recomendados

Tener un momento donde nadie quiera algo de ti, donde nadie te esté mirando, donde suene lo que tú quieras, donde no importe el peinado ni el maquillaje, un delicioso momento para pisar hojas, intentar beber lluvia, o para enterrar las manos en la arena mojada sin pensar en las uñas, un momento para dar un buen salto en el barro o para no estar y que se moje lo que se moje.

Cuestan tanto que a veces preferimos renunciar a ellos. Tener un momento para alguna actividad a solas requiere toda una estrategia previa de entretenimiento colectivo, satisfacción generalizada, prescindir de horas de sueño y renuncias varias.

Virginia Woolf decía para que una mujer pueda “hacer algo” (crear algo) debe tener un cuarto propio. La teoría que ella planteaba es más compleja, pero dejémoslo en que se trata de tener un espacio donde sólo puedas estar tú y nadie pueda entrar. ¿Para qué? Ni para esconderse ni para escapar, es para poder hacer (lo que sea) libre de la mirada de otros, para sentir que eres individuo, que tienes una vida tuya y que lo bueno y lo malo de tus pensamientos, acciones y sensaciones son tuyos.

A muchas personas no les gusta nada estar solas, nunca. No soportan verse en una habitación sin gente, sin ruido, sin voces. Se sienten inmediatamente abandonadas. Esto a mí no me ha pasado nunca, así que no puedo aportar nada.
A mí me pasa que sin momentos de silencio, sin espacios donde nadie me quiera, donde nadie me necesite, donde nadie me hable, donde no haya nadie para escucharme o abrazarme, sin instantes de lejanía… se me estrangula el alma.

Muchas veces la gente, hombres para ser más exactos, aunque algunos familiares también, han creído que era una postura, una careta para ir de chica mala, porque quiero parecer independiente o indolente y dura, porque soy un poco “masculina”, ¡porque soy feminista! Todo esto me lo han dicho y no lo he llegado a rebatir porque, en realidad, no quiero tener que explicarlo tanto, no me hace falta tanta comprensión. He llegado a sentirme pidiendo permiso para ser como soy, y no es la idea.

Varias de mis relaciones fallidas (amorosas sobre todo) lo fueron por mi incapacidad para justificar que me gusta estar sola a veces, aunque a ti te parezca que son muchas veces.
Bueno, esto que de joven es una dificultad porque te hace rara y que de viejo es un castigo, no te digo lo que es de adulta… El Everest de la vida en sociedad.

Las mujeres lo tenemos muy cuesta arriba porque para los hombres que limpian el auto (sólitos con los auriculares), ven el fútbol (que requiere alta concentración) o están acabando su obra inacabada… shhhh, silencio, están ocupados.

Para nosotras, ni el entrar en la ducha se puede hacer con la puerta cerrada porque… es peligroso ¡No me jodas!

Tags

Lo Último


Te recomendamos