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Esclavas de la talla 38

¿Cuánto estamos dispuestas a sacrificar por encajar en el estereotipo de belleza?

Ya lo hemos conversado en tantas oportunidades, pero es fundamental continuar presentando nuevas visiones sobre los estereotipos a los que están sometidas las mujeres del mundo occidental.

Mientras nos enfocamos en criticar el trato a la mujer musulmana, nos olvidamos que en nuestra cultura los abusos se ven a diario y el género se encuentra voluntariamente sometido a una serie de injusticias y sacrificios con el fin de ser aceptadas en la sociedad.

La feminista árabe, Fatema Mernissi, comenta que “el harén de las mujeres occidentales es la talla 38”. Y sin duda tiene mucha razón. ¿Cuánto estamos dispuestas a sacrificar por encajar en el estereotipo de belleza?

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Fatema publicó una reflexión sobre este tema luego de un viaje a EE.UU. que quiero destacar hoy ya que de seguro nos hará pensar en qué estamos dispuestas a hacer para conseguir ser parte del círculo en el que vivimos y nos relacionamos.

“Mientras intentaba encontrar, sin éxito, una falda de algodón en unos grandes almacenes en Estados Unidos, oí por primera vez que mis caderas no iban a caber en la talla 38. A continuación viví la desagradable experiencia de comprobar cómo el estereotipo de belleza vigente en el mundo occidental puede herir psicológicamente y humillar a una mujer. Tanto, incluso, como la actitud de la policía pagada por el Estado para imponer el uso del velo, en países con regímenes extremistas como Irán, Afganistán o Arabia Saudí.

La elegante señorita del establecimiento me miró de arriba abajo desde detrás del mostrador y, sin hacer el menor movimiento, sentenció que no tenía faldas de mi talla: ¡Es usted demasiado grande! – dijo.

– ¿Comparada con qué? – repliqué.

– Pues con la talla 38. Lo normal es una 36 o una 38. Las tallas grandes, como la que usted necesita, puede encontrarlas en tiendas especiales.

Era la primera vez que me decían semejante estupidez respecto a mi talla.

– Y ¿se puede saber quién establece lo que es normal y lo que no? – pregunté a la dependienta como queriendo recuperar algo de mi seguridad si ponía a prueba las reglas establecidas. – ¿Quién ha dicho que todo el mundo deba tener la talla 38? – bromeé, sin mencionar la talla 36, que es la que usa mi sobrina de doce años, delgadísima.

– La norma está presente en todas partes, querida mía. En las revistas, en los anuncios. Es imposible no verlo. Si aquí se vendiera la talla 46 ó 48, que son probablemente las que usted necesita, nos iríamos a la bancarrota. Pero ¿en qué mundo vive usted, señora? Lo siento, pero no puedo ayudarla, de verdad.

– Pues vengo de un país donde no existen las tallas en la ropa de mujer – repliqué-. Yo misma me compro la tela, y la costurera del barrio o un artesano me hacen la falda que le pido a medida. De hecho, si quiere que le diga la verdad, no tengo ni idea de qué talla uso.

– ¿Quiere usted decir que no vigila su peso? – me preguntó con cierta incredulidad.”

 

Fuente: orbitadiversa.wordpress.comeldinamo.cl

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