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Poliamor, ¿ética promiscua?

A veces uno solo quiere tirar, pero ¿es válido hacerlo si estás en una relación comprometida? ¿Cuándo sí y cuándo no vale la pena arriesgarse por un polvo?

En Argentina, me explicó J., un puto es un gay. O sea, les dicen “puto” no por el acto liberal de zorrear, sino que es como decirles “cola”. Según J., en mi caso aplicaba tanto a ser homosexual como al acto liberal de “putear”. “Yo siempre fui promiscuo, de chiquitito, pero siempre éticamente”, respondí, bien digo. Porque obvio que los promiscuos también tenemos ética y valores. Sin embargo, hay ciertas personas (y digo personas, porque aplica a héteros y a homos por igual) que son, en dos palabras, perr@s golf@s. O sea, personas que creen solo en el acto de tirar por deporte, sin tomar en cuenta el posible daño que le generas a un tercero. Lo que me lleva al punto de esta columna: el poliamor.

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El poliamor se explica como una forma de disfrutar el sexo con múltiples personas, pero con principios. No todo vale, pienso. Y mientras hablo de esto con C.C. y P.T., entre martinies y aceitunas, concluyo que las relaciones abiertas, a fin de cuentas, son un gran vacío de nadie. Las reglas las pone la pareja, y si uno es soltero y quiere follar con todo lo que camina, tiene que ponerse UNO las limitaciones. Una especie de ética promiscua: no tirar con casados, o solo si no sabes que están casados, no tirar con parejas a menos que estén los dos de acuerdo, no hacer un trío y luego tirar solo con una de las partes a escondidas del otro, entre una larga numeración de lo que es “correcto” y lo que no.

Porque me ha pasado: he vivido tríos y relaciones abiertas y he perdonado infidelidades como me han perdonado actos de traición, y he tenido claro mis límites en sexo en grupo (no el básico “puedes hacer de todo menos besarlo en la boca”, eso es muy infantil, sino reglas de verdad, como “no se lo chupas a nadie más que a mí”, por ejemplificar nomás). Esas reglas de “no-monogamia consensuada” hacen que lo sexual quede solo limitado a ese ámbito, que la lujuria no joda una pareja, y que lo realmente importante, como el cariño, lo emocional, la contención, el proyecto a largo plazo, no se pierda por un polvo. Ahora, a veces uno solo quiere tirar, pero ¿es válido hacerlo si estás en una relación comprometida? ¿Cuándo sí y cuándo no vale la pena arriesgarse por un polvo?

Porque, ¿qué pasa cuando una de las partes no concibe el acto sexual como algo aislado de lo emocional? Para mí, por ejemplo, tirar, un beso, o una mamada es solo eso. Me duele mucho más el pensar que mi parejo puede juntarse a conversar con alguien sobre mí, pelarme, darle la mano a otro. Eso es una relación más profunda, porque no está buscando algo que le falte en lo sexual que yo no quiera hacer o no se atreve a pedirme, sino que busca algo emocional que yo no estoy dando.

En estos momentos estoy con alguien que, a diferencia de mí, no concibe lo sexual separado de lo emocional. Entonces, hay una apuesta. Porque una puta, como definen en un libro, es solo “una persona que tiene el valor de llevar su vida de acuerdo al principio radical de que el sexo es agradable y el placer es bueno para ti”. Durante una década, desde que hice un trío a los 16 años, pensé que eso era todo en la vida. Pero qué pasa cuando el placer y lo agradable no solo proviene del sexo, sino de una monogamia que no me pidieron, sino que quiero entregar.

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