Toda mi vida me ha encantado comer… de todo. Cuando digo que soy fanática de la comida es en serio. Desde que tengo uso de razón como casi igual que mis hermanos hombres cinco y siete años mayores que yo.
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La idea que ellos comieran más que yo era una aberración. Para mí la edad y tamaño nunca fueron tema, habría sido discriminatorio que me negaran algo por ser la más chica de mi familia.
Es más, toda mi familia es adicta a la comida, en especial a los dulces. Cuando éramos niños, mi mamá solía comprarnos bolsas enormes de M&Ms y para que no nos peleáramos por los chocolates, dividía las porciones en tazones.
Si bien siempre he usado el término ‘big oh!‘ (¡gran oh!) para referirme a algún tipo de comida tan placentera que es casi como un orgasmo, jamás pensé que para ciertas personas pudiera ser un fetiche.
Sí, mi sonrisa después de comerme un brownie hecho por mí pero gracias a Betty Crocker (de esos que uno le echa un poco de agua, un huevo y directo al horno), probablemente es similar a la que tengo después de un rico-exquisito-insuperable orgasmo. Pero la sensación es totalmente distinta. ¡No hay por dónde perderse!
Pero ese es mi caso. En cambio, para la estadounidense Sammee Matthews, el placer que le causan los dulces es simplemente glorioso. De hecho, sus mejores orgasmos son cuando come donuts o tortas mientras tiene sexo.
Esta obsesión erótica que le causa la comida ha sido diagnosticada como sitofilia. Sin embargo, no se trata sólo de jugar con crema batida y chocolate, sino literalmente que llegues al clímax mientras te devoras algo rico.
Matthews reconoce que el sólo hecho de pasar cerca de una pastelería debilita sus rodillas. No puede evitar pensar cosas perversas cada vez que ve un cupcake.
El olor, la textura y el sabor hacen que me excite
El aroma enloquece sus sentidos y termina llamando a su novio por un quickie (sexo rápido).
Fuente: DailyMail