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Ser maestra y que tus alumnos sean casi de tu edad (o más grandes)

Un poco de la experiencia como docente y estar segura de que no soy la mejor.

Uno de mis trabajos es dar clases en una pequeña universidad. Aunque al principio no estaba tan convencida, ser muy curiosa me llevó a experimentarlo como algo nuevo. Empecé un poco escéptica y admito que no creo tener vocación de maestra, sin embargo dar clases me ha dejado experiencias bastante gratificantes. Lo que sí tengo, es habilidad para comunicar lo que sé y compartir lo que eventualmente puede servir a otros, y ese fue el principal motivo para iniciarme como docente.

Afortunadamente, en el grado de universidad hay dos cuestiones que más o menos te alivianan cuando crees no tener vocación: la primera es la libre cátedra y la segunda, que los estudiantes ya son adultos y no hay que preocuparse por su “formación”.

Pero, precisamente el hecho de que mis alumnos son de la edad y otros mayores que yo, de principio me hizo tambalear un poco. Me han dicho que parezco una estudiante más cuando voy por los pasillos, los maestros llegan en coche y yo en bicicleta, aquellos vestidos formalmente y yo en converse. Una vez agregué en Facebook a una alumna y la primera publicación que le vi fue “Mi maestra dice que deberíamos probar la mariguana”, cuando en realidad mi discurso era sobre descubrir alternativas para fines creativos. Como en todos lados hay alumnos “barberos”, a los que no les caes bien, los que te invitan a salir y otros que te hacen halagos que te hacen sonreír, “¡ahí viene guapaulina!” me dijeron una vez.

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Con frecuencia me encuentro con los estudiantes fuera del ámbito escolar, como en fiestas, eventos, marchas o “toquines” de música, y por supuesto que me he tomado unas cervezas con varios de ellos. Otras veces compartimos experiencias o información útil respecto a la carrera, comunicándonos por las redes sociales, participando en trabajos en común o como la vez que una alumna modeló para una serie fotográfica que realicé, así como preguntas y más dudas a las que tengo disponibilidad de atender para una cálida retroalimentación.

Aparte de la posición docente-alumno en el aula, lo que me distingue de ellos es, por supuesto, que “ya pasé por lo que están pasando: la universidad”. Para acentuar esa diferencia, he estado tentada a vestirme y maquillarme para verme un poco más grande, que no dudo que sería conveniente, pero honestamente si lo hiciera, no sería yo. Además detesto que me llamen de “usted” o “licenciada”, prefiero me hablen de tú; lo último resulta muy criticable, pero en un aula lo importante es orientar, enseñar y aprender, los juicios morales o el cómo te vean no me parece asunto relevante.

Puede ser que no haga carrera como docente y que no sepa qué tanto aprecio por mis clases tengan los chicos a quienes se las imparto, pero es muy agradable ver que te busquen como una referencia cuando necesitan alguna información, cuando piden tu opinión sobre sus trabajos, que estén interesados en que repita con ellos como maestra y hacer “lazos de cariño” que antes me hubieran parecido algo extraños. Estoy segura que no soy la mejor maestra, ni lo quiero ser 🙂

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