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Volátil

Si te gusta traspasar los límites, asegúrate antes de estar bien agarrada, o el porrazo puede ser monumental.

Hace un par de días me llamaron “oscilante”. Claramente, no es lo peor que me han dicho, no es un insulto, sino una observación, de esas bien intencionadas, con la finalidad de ayudarme a mejorar.

Con ocasión de la reciente fuga que hice de mi vida cotidiana para volver al ruedo laboral más intenso, que implicó un importante traspaso de funciones además de acarrear mucho alboroto doméstico,  pude comprobar que es cierto que se puede oscilar, bambolear, fluctuar de un lado a otro, siempre y cuando cuentes con una buena brújula.

¿A qué me refiero? Pues a que uno podrá hacer cosas más o menos extrañas, traspasar uno o más límites, cambiar de idea o decidirse a correr un riesgo, dependiendo de cómo esté situado. Habrás visto que, por ejemplo, los principitos de Mónaco suelen estar metidos en quilombos, y la gente lleva años diciendo: “¡Qué díscola la Estefanía y ahora la Carlota!”, pues ellas han hecho eso de irse con el del circo porque pueden, porque pertenecen una estructura social tan “magna” que van, vienen y no pasa nada. Bueno, pues a nuestra pequeña escala nosotros también podemos hacer algunas cosas fuera de protocolo… a veces, cuando nos dejen.

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Ojo, que estoy hablando de ir para volver, de hacer algo inesperado, de romper alguna regla incluso, pero sin perder el centro, de lo contrario estaríamos hablando de ir a la deriva y no de vaivenes.

Las cosas que nos atan a la vida (familia, pareja, hijos, trabajo), las que nos resultan fundamentales y que están ahí para formar el tronco de nuestro existir serán, según su firmeza, las que nos darán mayor o menor libertad de movimiento; a diferencia de lo que se pueda pensar, serán nuestro soporte fundamental, lo que nos impulse y no lo que nos acorrale. Bueno, o sería estupendo que lo fueran.

Cuando se tiene cierta tendencia a la equivocación, hay que fijarse bien a quién o qué tenemos como apoyo porque si elegimos algo frágil y decidimos hacer un vuelo sin red convencidas de que estamos agarradas a la cuerda más fuerte, sin estarlo, el porrazo puede ser monumental.

Yo, sin ir más lejos, nunca me hice un tatuaje porque no podría asegurar que algo me vaya a gustar siempre. Si me hubiese hecho una letra china cuando tenía 20 años, que lo estuve pensando… ahora tendría que andar con un parche porque desde que me enfermé con aquellos rollitos primavera me alejé completamente de lo oriental. Y así me ha pasado con personas, lugares, canciones, libros, trabajos, etc. Mis deseos y gustos son muy poco definitivos, en cambio hay otras cosas que han pasado a formar la columna desde la cuál yo me permito oscilar porque sé (o creo firmemente) que estoy bien cogida.

Supongamos que para ti lo esencial es tu trabajo, das la vida por tu carrera profesional y la empresa, y un buen día te rompes una pierna y cuando vuelves han puesto tu escritorio en el cuarto de las escobas, vamos a decir que tu situación era frágil. O, pones a tu pareja como eje de tu vida entera, entonces llega el día en que tienes que estar en cuarentena y él va y decide acostarse con tu mejor amiga, mal péndulo aquel, estabas agarrada a algo muy endeble. Y así te puede pasar con todo aquello que sea importante para ti.

Yo, sinceramente, pienso que hago alguna extravagancia de vez en cuando porque me la puedo permitir y no porque sea tan audaz. Voy, vengo, tomo decisiones definitivas que luego cambio, digo en voz alta lo que sólo debería pensar, o me aíslo cuando debería estar, gracias a que  la estructura que tengo es a prueba de terremotos. Vamos, que los que me quieren, me aguantan así como soy, tan llena de contradicciones y absolutamente volátil.

Uno sabe lo que tiene. Nos hacemos las tontas porque es mucho más práctico, pero saber, la mayoría sabe de qué pie cojea; por lo mismo no creo que sea buena idea hacer pruebas de resistencia con hilos de papel, por tanto si ves que no resiste, mejor no estires. Y, por el contrario,  cuando algo pase y te veas sorprendida por la resistencia y grandeza de lo que te sostiene, tiene o mantiene,  llámese novio, empresa, hijos o hermanos, habrá que aplaudir, pero no muy fuerte tampoco, para no traslucir extrañeza, después de todo hay que intentar hacer como que confiábamos y sabíamos desde el principio que teníamos a los mejores de nuestro de lado.

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