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Las novias más desdichadas de la literatura

Pásenle a este post y sean testigos del sufrimiento ajeno: novias literarias que brillan por su infelicidad.

Los noviazgos pocas veces son como nos gustaría. En la vida real y en la ficción abundan los casos de malos novios: ya les hemos mostrado ejemplos de la literatura y de la ópera. ¿Qué hay de las novias? A continuación, una recopilación de mujeres ficticias que conocieron el significado de la desdicha, cortesía de sus galanes. Hay spoilers.

Sita – Ramayana

Su principal problema fue fijarse en el príncipe Rama, un héroe y un patán. Después de haber sido raptada por Rávana, archienemigo de Rama, éste cuestiona la virtud de Sita, y la somete a “la prueba del fuego”. Ella se deja rodear por las llamas, para comprobar que no ha pecado ni en pensamiento ni en obra. Y triunfa. Tantísima virtud sólo puede ser sinónimo de infelicidad.

Ofelia – Hamlet

¿Por qué alguien se enamoraría del príncipe Hamlet, un ególatra obsesionado con la muerte de su padre? No sabemos las razones, pero Ofelia lo hizo y le fue mal, muy mal. Hamlet la engatusó, luego la dejó plantada y, para cerrar con broche de oro, le mató al papá. Murió ahogada en una de las manifestaciones más poéticas del suicidio (suicidio al fin).

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Marianne Dashwood – Sensatez y sentimientos

Mucha poesía, mucha conversación, mucha aparente intimidad con el señor Willoughby para que éste se vaya de viaje de repente, deje de contestar cartas y un día avise que está comprometido con otra. Marianne entra en una crisis tal que se enferma y queda al borde de la muerte. Termina casándose con otro que ni le gustaba tanto.

Clarimonda – La muerta enamorada

La vampira más inofensiva de la literatura, una víctima de su amor por Romualdo, un sacerdote sexy que la utiliza para pasarlo bomba y luego se arrepiente. Como está enamoradísima de él, muy en plan novia, renuncia a beber su sangre, para no hacerle daño. Con todo y este voto de hambruna, cuando Romualdo descubre que Clarimonda es vampira, la hace desaparecer, rociándola con agua bendita. La sigue amando hasta el último de sus días, eso sí. Bonita cosa.

Sybil Vane – El retrato de Dorian Gray

Dorian Gray jamás se enamoró de Sybil: se enamoró de la actriz capaz de representar a las personajes de Shakespeare. Sus favoritas, aquellas que se visten de hombre. Cuando Sybil falla en su interpretación porque el amor la tiene descompuesta, Dorian la maltrata con toda la crueldad de la que es capaz, y la chica decide suicidarse. Así es como Sybil muere sin saber que tuvo un novio gay.

La Maga – Rayuela

Está enamorada de un megalómano pretencioso que intenta descubrir el hilo negro de la narrativa contemporánea en las calles de París, que se acuesta con otra, que la hace sentir ignorante a cada rato, que desaparece de un día para otro, sin tener él mismo clara la razón. Además, se le muere el hijo y no tiene ni dónde caerse muerta. Por eso no me explico que tantas jóvenes lectoras quieran ser como ella.

Marla Singer – El club de la pelea

Marla lo pasa bien, pero sólo en apariencia. Tiene dos novios en uno: el narrador y Tyler Durden, que son el mismo. Este novio doble organiza un club de la pelea basado en golpearse a sí mismo y en usar grasa de liposucción para fabricar jabones. Con uno solo bastaría para volverse loca, ahora imagínense la monserga de lidiar con ambos. Pobre mujer.

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¿Ven, chicas, que sus novios no son tan malos después de todo?

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