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La abominable mosca muerta

Luciano volvió y de seguro que para sacar el enojo de las féminas.

La mosca muerta existe. Habita en cada una de las mujeres que pueblan este país. Es un mal nacional. Inmenso. Más grande que los terremotos, más grande que el ego de Piñera e incluso más grande que la cara de ahuevonada que puso la Bachellet cuando dijo que “no le tincaba el Transantiago”. ¿Pero cómo es la mosca muerta realmente? Me preguntaran ustedes, mis humildes lectores. Bueno, les diré que es básicamente una zorra. Una gatita inescrupulosa que anda ocultándose, pero que cuando puede-y le conviene- saca sangre. Lo que la mueve es la CONVENIENCIA, así que “cuidado”. Si le beneficia casarse, se casa. Si le beneficia dejarte, te deja. Y si le beneficia cagarte, te caga. Jamás confíes en ella. Te exprimirá hasta dejarte seco. Te lo digo yo, que he conocido a mil. Pero la peor de todas fue la Alicia. Definitivamente la Alicia.

La Alicia: mosca muerta hasta la médula. Concientizada desde la guatita de su mamá para cagarte. Zorrita calculadora e inescrupulosa. Mixtura perfecta entre la Savka Pollak y la Karen Doggenweiler. En especial la Karen Doggenweiler. Esa rucia que andaba haciéndose la muy amiga de las dueñas de casa, pero que después andaba puro hociconeando que a éste otro “se le quemaba el arroz”…Bueno la Alicia era igual, andaba con el know how permanente de la huevadita. Y el know how permanente de la huevadita no era otra cosa que “sabérselas por libro” y hacerse la de la chacra. Era de esas que cuando quería un beso, ponía cara de circunstancia, en vez de tirarse al dulce. De esas que con tal de no pagar una cuenta, era capaz de ponerse a mirar pa´ arriba, en vez de ponerse con un par de pesitos para alivianarlo a uno.

Lo heredó todo de su mamá. Desde muy chiquitita comenzaron a recetearla. Ya a los cinco años, por ejemplo, le decían que ni en “broma” podía andar por allí “dándole la pasada” a los“varoncitos” muy “aventajados”. Si uno osaba acercársele para hincarle el diente, era porque, sí o sí, andaba con la maldad. La mamá le decía: “mihijita usted aléjese no más de todos los niños, porque es de suelta eso de andarse escondiendo y jugando al doctor…Pero no se aleje tanto tampoco, coquetee pero no se lo dé todo en bandeja, ¿Me entiende?” .Zorra. Luego de adolescente la cosa se puso aún peor. Su madre al comprobar, que ya su hija se había convertido en toda una “señorita”, bien provista y con las “medias gomas”, digamos, continúo con sus lecciones. Eso sí le propinó una muchísimo más extrema. Le dijo: “Mire mihijita, la delantera es sagrada…Se mira pero no se toca…Usted ocupe escotes bien pronunciados no más para dejarlos con las ganas, pero por ningún motivo deje que la manoseen, mire que la pueden gastar, ¿Entendido?” Le dijo, introduciéndola de paso al “arte de calentar la sopa”.

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Porque lo único cierto es, que el “arte de calentar la sopa” es como el abecedario para la mosca muerta. Su arma letal. No existe mosca muerta alguna que no sepa “calentar la sopa”. Es así de simple. La Alicia por ejemplo era una experta. Cuando la conocí me volvió loco. Estuvo toda la noche, recuerdo, mostrándome sus “partes” sin dejar que me la comiera. Se insinuaba, se contoneaba, se arrastraba, pero nada. Zorra. Me tenía como calefont. Quién cresta es así. La muy hija… Se arreglaba los sostenes, y después comenzaba a describírmelos con toda clase de fechorías, que eran de “encaje”, que le quedaban “justos”, que eran negros, que se los había puesto después de la ducha con las pechugas aún mojadas, que la “copa” le quedaba al calce y puras huevadas así. ¿Qué quería demostrarme? Aún no lo sé…Bueno sí lo sé, que era caliente pero intocable.

Y fue tan efectiva, que pese a que no le toque ni un pelo, igual salí más caliente que zambo en Penitenciaria. Tanto, que contabilice todo el tiempo que se demoró en soltármela. Demoró tres meses, cuatro días, seis horas, dos minutos, y treinta segundos exactos. Y después cuando me la soltó, tuvo la maestría única, de hacerme la parodia perfecta de la mosca muerta. Se puso a llorar. Lloro y lloro, y yo no sabía cómo cresta pararla…Me daba pena la situación. Me daba pena que una mina tan linda, se viese tan fea. Me daba lástima que una mina como ella pusiese cara de limón arrugado y tuviese el rímel corrido. ¡Qué huevada significaba eso!

Y también- debo confesar- que solidaricé con mis sábanas. Las sábanas no tenían la culpa. La Alicia hasta se sonó con ellas, ¿Podrán creerlo? Las dejó plagadas con sus mocos verdes y sus lágrimas negras. Pero lo peor de todo no fue eso, lo peor de todo vino después. La Alicia se mandó su frase, me dijo: “después de lo que acabamos de hacer, no sé si quererte o no quererte”. Aló Cincinati. ¿Qué mierda le estaba pasando? ¿Qué mierda quería decirme?, ¿Qué acaso yo no le había rendido como el toro que era? Las mujeres dan para todo. Porque a partir de allí-como buena mosca muerta que era- ya no paró más de hacerse la “confundida”. Me daba mala vida. Me tenía en la pitilla. Me tenía el alma en un hilo. Un día me contestaba el teléfono y el otro día no. Un día me decía que me quería, y al siguiente que prefería odiarme, ¿Qué mierda significaba eso? No lo sé y no me importa. Lo único que sé, es que en un momento-simplemente- decidí dejar de verla. Ya no tenía más tiempo pa´ sus huevadas.

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