Porno para toda la familia

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Las imágenes, que no dejan ver ni un milímetro de piel, que no revelan genitales, ni siquiera gestos, conservan cierto grado de escándalo, de incomodidad, incluso en estos tiempos en que internet nos muestra de todo y mucho. ¿Por qué?

La serie presenta escenas pornográficas en ambientes que parecen domésticos: la sala, el dormitorio, la cocina (igual que el prono de verdad), sólo que, en lugar de personas teniendo sexo tal cual, vemos siluetas “rellenadas” con patrones florales, generalmente usados en tapices, cojines y cortinas. Así, el recurso de la flor abierta en la foto que encabeza la galería, es inmejorable para un encontronazo de sexo oral.

La propuesta combina lo más superfluo de la decoración con lo más kinky del sexo: un glory hole, un consolador con arnés, un solo con dildo. El resultado es una mezcla de provocación, tosquedad y humor. Las imágenes son estridentes sin serlo y nos ponen a pensar qué tan ofendidas se sentirían las buenas conciencias si la pornografía se presentara siempre disfrazada de cortina.

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Sin embargo, el artista busca más bien una especie de denuncia:

El trabajo es una respuesta deliberada a la carnicería que, cada vez, internet (gratuito sólo en apariencia) pone ante nuestros ojos. No se trata de una protesta, pero sí de un comentario social sobre lo que me gusta llamar ‘la banalidad de la perversión’.

Lo interesante es que las imágenes siguen provocando: es obvio que se trata de porno, pero debido a su disfraz, no es tan fácil censurarlas. Facebook, por ejemplo, no debería tener problemas con ellas, porque no muestran genitales ni pezones (ya ven ustedes que Facebook le tiene pánico a los pezones).

Independientemente de la intención del autor, la serie se antoja una prueba de que es posible burlar ciertos mecanismos de censura. “Porno para toda la familia”, qué divertido.

Fuente: Huffington Post