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La violencia del buenaondismo

Pareciera que las buenas intenciones para con los otros, en la vida o con nosotros mismos, no fueran suficientes. Muchas veces esas mismas buenas intenciones nos juegan en contra y terminan siendo sumamente violentas.

De buenas intenciones está lleno el reino del infierno, dicen. O algo así era el dicho. Me explico:

La propiedad privada

Llevémoslo a típica pelea de cabros chicos: Uno de ellos lleva la pelota para jugar, ese mismo cabro chico se enoja. Como no tiene un soporte argumentativo mayor, por lo tanto queda la ofensa: la pelota es mía. Y no es que esto último en sí sea un concepto ofensivo, pues ser dueño de la pelota no ofende a nadie a menos que sea utilizado como muñequeo para obtener el triunfo en una discusión. Osea, no hay discusión comedida y tan buena para crecer. Pues el argumento mayor es que la pelota es del que se enoja, además, él es tan buena onda, presta la pelota. ¿Qué se le podría decir? Lo mismo pasa en el trabajo, en el que presta la casa para hacer un trabajo, el que te invitó a una organización. Y un largo etcétera. Pone su “propiedad” como objeto de superioridad. Y esto último, me vale madre.

La “ayuda”

Ahora sí nos vamos aún a lo más medular: la ayuda. Y ustedes podrán decirme “cómo ayudar a alguien va a resultar una forma de violencia”, pero muchas veces lo es y desde la forma más horrible: desde la carencia del otro. Desde el dolor del otro, desde su debilidad.

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A veces cuesta entenderlo, pero si cuando el ayudar no es mirado desde la concepción de ponerse en los zapatos del otro, desde lo que el otro necesita con base en su realidad, ver al otro como un igual-igual a mí capaz de tomar sus propias decisiones, realmente resulta un asistencialismo violento y repudiable. Es como caer en el madreteresismo de amar demasiado, de querer a toda costa que el otro sea y haga lo que yo pienso que debe ser y hacer. Una soberana mierda demasiado común.

Un ejemplo claro es por ejemplo, el típico amigo que te dice “esto es lo que DEBES hacer” y peor aún: se enoja para siempre jamás si no haces eso que te dijo en su TAN BUEN CONSEJO QUE TE DIO Y TÚ TAN IDIOTA QUE NO LO TOMAS EN CUENTA. No quieres, no te gusta, pero da lo mismo, porque es lo que creen es bueno para ti. O te buscan un trabajo que no quieres ni pides, o te regalan ropa que se supone te vendría bien, que no quieres ni pides. O te buscan pololo o te andan como ayudando y solucionando la vida cuando tú ni lo necesitas (y aunque lo necesitaras) ni lo quieres.

La gente en general tiende tan poco a preguntar, discutir y llegar a un acuerdo, o cree que todo el mundo es igual y tiene (y debe tener) su misma visión. Lo lamento: me criaron en un extremo casi aberrante de decidir yo misma por lo que quiero, espero y necesito, me enseñaron que a la gente la tengo que querer incluso si no piensa lo mismo que yo, e incluso que esas personas tienen el mismo derecho de pensar distinto de mí como yo de ellas. Es tanto así que no soporto que decidan por mí (bueno, algunos ejemplos sí, como dónde ir a comer, eso sí pueden hacerlo por mí con todo gusto).

Además he vivido bastantes episodios feos y angustiantes, por lo que la dinámica de los ayudadores también me provoca hueás súper negativas que no me gustan: gente que en ese querer ayudar sacó sus peores garras de manipulación y terminó humillándote peor que los que lo hacían en mala.

Y eso no quiere decir que no me guste de repente que me hagan la vida más fácil, o que la gente te sorprenda, ni menos que sea buena onda, sino que creo tener un radar anti manipulaciones buenaondísticas, creo firmemente en la discusión para llegar a consensos y no en que la prepotencia de la propiedad ni menos en los porque sí.

Vivan los Grinch

No soporto a la gente buenaonda a secas, porque siento que esa actitud en el fondo es la más dañina de todas. El lobo con piel de oveja, digamos. Y probablemente yo haya caído demasiado tiempo en eso también, queriendo ser buena onda o manipulando a través de mi disponibilidad. Claro, si la hueá no es tan al azar.

Será por eso que mis mejores amigos son en apariencia pesados, groseros, aberrantes, crueles: muy en el fondo, son unas buenas personas, al parecer ninguno es de esos quieren ser buena onda ni andan por la vida con el mariconeo sonriente, sino que más bien les importa un carajo parecer mala onda si es necesario. Y esos, esos son los mejores.

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