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Pepito paga doble

Cuando empezamos a relacionarnos con alguien, mostramos sólo nuestra mejor cara. ¿En verdad se cree el otro esa teleserie que estamos montando?

En Chile, hay una especie de juego-estafa ilegal, donde a través de 3 suertes de tapas, a la gente se le hace creer que algo está bajo una de ellas cuando en verdad está en otra. La gente apuesta al que cree que es el correcto y por lo general, pierde su dinero en él.

El otro día estaba con unos amigos, luego de mi cambio de casa número mil, y conversábamos de las relaciones, de cómo uno se comportaba y un amigo, don Cronopio, saltó con esa frase. “Es que es como el Pepito paga doble” dijo. Y me pareció genial.

Pepito paga doble emocional

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Hay veces cuando empezamos a relacionarnos con alguien, apostamos a mostrar lo mejor de un@: escondemos nuestros errores más comunes, vamos con cuidado. Tratamos de que la parte más linda de nosotros salga a la luz. Hay veces donde esa cara inicial, puede ser la de súper relajad@s con el tema emocional ” No estoy ni ahí” con tener una relación formal, prefiero que sigamos así, etc. A veces nos mostramos sino descariñados, al menos un tanto indiferentes con las muestras de cariño o con ciertas estructuras. Incluso, a veces vamos más allá: Nos mostramos empoderados, seguros.

Y así es como la otra persona se queda con esa imagen de nosotros. Y así es como apuesta con ese escenario. ¿Debería pensar lo contrario? ¿Debería pensar que en verdad no es TAN verdad?

Nadie que escupa al cielo

Por un lado tal vez si: sabemos —en base a la experiencia y sobre todo por conocerse uno mismo— que todos hacemos lo mismo, no nos hagamos los giles. En alguna parte, en alguna medida, siempre queremos mejorar lo que podemos mostrar a ese alguien especial. Por muy honestos que seamos, por muy seguros igual hay una partecita de nosotros que trata de mantenerse protegida o de no mostrar en primera instancia. Y es obvio: no queremos sufrir, queremos dejar algo para nosotros reservado, para que por ejemplo, el otro no salga corriendo con nuestras partes menos amables. Y partimos no sólo con lo emocional: Lo hacemos cuando tenemos una cita y nos súper arreglamos y otra vez: potenciamos lo bueno, escondemos lo malo. O a veces puede ser hasta lo contrario: pareciera que tratamos todo el tiempo de mostrar lo malo, para “advertir” o espantar al que viene.

Pero aquí viene lo trágico: la persona está apostando a eso que ve, a eso que interpreta, a eso que le estás mostrando —cual juego de Pepito paga doble— y ahí va. ¿Y si en verdad se cree esta teleserie que estamos montando? ¿Y si en verdad apuesta todo lo que tiene en los bolsillos —en los bolsillos emocionales, en su corazón, desde sus propias miserias y apuestas máximas de amor— y se encuentra con que está apostando y pierde. Porque tú no eres tan esa, tú no eres ese que vio. Y no sólo pierde el que apuesta: porque la gran diferencia con este juego en la realidad, es que también pierde el que genera la confusión. Porque de repente, si hubiese sido mucho más honest@, si se hubiese entregado menos perfect@, si no hubiese maquillado y queriendo ser lo que no es, hubiese ganado una buena historia.

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