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Las cosas por su nombre

“Picardía”, “piropo”… una revisión al castellano de hoy y cómo nos han enseñado a defendernos y sólo a defendernos.

Hay palabras que no soporto, algunas me violentan y otras me perturban, como el “maraca” chileno, que es la versión criolla de puta, pero vulgarizado hasta el extremo. Y ahora vuelto a poner de “moda” por unos iluminados empresarios, hijos de empresarios y nietos de empresarios, que han hecho de lo “popular” un excelente negocio.

Ni “maraca” es divertido ni “te voy a meter no sé qué hasta no sé dónde…” es un halago, simplemente porque por definición un halago tiene que agradar y no puede ser obligatorio tener que verle la “gracia” al tan mal llamado piropo callejero porque de lo contrario eres una amargada o “tonta grave”, como encima se permiten llamarnos a todas las personas que no compartimos ese “sentido del humor” tan de macho campestre.

La costumbre de piropear con groserías a las mujeres por la calle es una tradición en muchos lugares (en otros está tipificado como delito) que se cobija bajo el manto de otro atributo enaltecido a cualidad y con denominación de origen: la “picardía”, un recurso que sirve para todo. Para insultar con chistes, inmiscuirse en asuntos privados, para robar, para mentir y también para mantener al machismo como emblema nacional.

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Supongo que llegará el día en que ya no tengamos que estar siempre marcando las diferencias y los límites entre hombres y mujeres, como también debiera llegar el día en que no haya fronteras y por tanto ni nacionales (ciudadano de primera) frente al extranjero (ciudadano de segunda), ni negros o blancos, ni heterosexuales y homosexuales, pero ese día no ha llegado, y continúa siendo necesario hablar claramente para ver si de alguna manera conseguimos borrar las costumbres que contribuyen a perpetuar estas categorías agotadoras, tontas y profundamente injustas.

A muchos les puede parecer una tarea menor intentar erradicar ciertas palabras de nuestro lenguaje diario o hacer todo lo posible por terminar con tradiciones bautizadas como folklóricas y entrañables, pero que en su supuesta blancura lo único que hacen es normalizar y perpetuar la ofensa, el insulto y el acoso sexual.

Nunca me gustó, no es que haya perdido el sentido del humor ni que me crea algo que no soy por vivir en Europa o porque la vida me haya transformado el corazón en un limón.

Nunca soporté esas asquerosidades que tan libremente me decían los hombres a la salida del colegio, en una micro (autobús) o en el mercado. Estudié en un colegio público, sólo de niñas, en pleno centro de Santiago y no había día en que no tuviéramos que lidiar con pervertidos, acosadores, exhibicionistas y “graciosos” separados todos por una delgada línea roja.

Lo peor de todo es que el machismo criollo, ese de verbo y acto inofensivo y simpático está tan, tan, tan extendido que se ha vuelto inamovible y se asume casi como patrimonio nacional; y de ahí que llevemos años recogiendo los platos previa palmadita en el trasero mientras ellos fuman o toman el bajativo, porque para qué cambiarlo si funciona ¿no?

Nuestras profesoras que sabían del comportamiento de “los hombres” (como le decían ellas al enemigo) en la calle, nos enseñaban, desde su rol de educadoras, a llevar alfileres para pincharlos cuando nos metieran la mano por debajo de la falda o se restregaran contra nosotras aprovechando que el metro iba lleno.

Eso fue todo lo que nos enseñaron, a llevar alfileres. Ninguna, ni la más modernilla profe de filosofía, nos habló sobre derechos, libertad, igualdad o conciencia de género, nunca.

Nos han enseñado a defendernos, a estar alertas, a protegernos, a clavar, correr o gritar, pero no a cambiar las cosas.

Y eso es lo que hacemos las más afortunadas, cuidarnos e impedir que nos dañen y en un acto de osadía reclamar un poco. Muchas otras, ni eso.

Y me pregunto ¿qué les enseñaban a ellos en el colegio? ¿A llamar “nenaza” a todo el que no manifestara su deseo animal por acorralar a una hembra? Tal vez no, pero me temo que poco más que fechas, números y un castellano muy ajustado a la norma.

Acabo de mirar la última versión del Real Diccionario de la Lengua Española y en “hombre” salen cosas como: valor, racional, firmeza… y en “mujer”: esposa, criada, prostituta, menstruación… Y esta es la versión revisada y corregida hoy, octubre de 2014.

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