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¿Cuántas páginas caben en un año?

Termina el ciclo. Queremos comenzar de cero, sin importar que el año pasado hayamos leído cien libros. Queremos olvidar, estrenar e incluso resucitar.

Este año viví muchas vidas; alrededor de cien y ahora no sé qué hacer con ellas. Leí cada día del año, con mucha prisa, esperando, moviéndome, muy de noche o muy de mañana.

Puedo decir que la vida de todos esos personajes me hizo distraerme de la mía, que algunas letras me hicieron sentir que debía de salir y salvar el mundo, dar pláticas motivacionales o cambiarme de nombre, porque al final eso es lo que hace la literatura: te da poderes, y no necesariamente aquellos que te convertirán en la heroína de la historia, algunos te pueden desaparecer de ella.

Podría considerarme una persona satisfecha por haber recorrido tantas páginas este año, pero no es así, me siento preocupada: no rescaté gatos de árboles, no le puse el nombre a alguna constelación y mucho menos descubrí la cura contra el ébola. Me limité a espiar universos y en ellos me perdí. Tal vez ese fue mi mayor acto de valentía este año: saber que vivo y pienso a partir de una ficción, una ficción que se ha convertido en una realidad inminente.

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Sin embargo, hay algo que no me ha dejado de perseguir, y es el fantasma de dos libros que no pude soltar en las primeras cien páginas y que después dejé ahí, abandonados. No ha habido semana de este año que no piense en ellos, en la manera en la que me hicieron sentir y en la manera en la que los dejé sobre la mesa de noche, empolvándose.

A veces pienso que lo hice porque quería prolongar el efecto, quería que no se acabaran. Después pienso que cuando a una por fin le pagan por leer, pues una debe hacer lo que tiene que hacer: leer. Y, finalmente, pienso que no estaba preparada para ellos y que sin importar en qué página haya dejado el separador, comenzaré desde cero.

Eso pasa cada año, ¿no? Queremos comenzar de cero, sin importar que el año pasado hayamos leído cien libros y cien páginas de los libros que sabes que cambiarán tu vida. Queremos olvidar, estrenar e incluso resucitar.

Yo no quiero nada de eso, yo quiero cargar los libros de toda mi vida, escuchar las voces de mis autores favoritos antes de dormir y reunir a todos esos personajes a tomar café conmigo por las tardes. Pero más que nada, quiero enfrentarme a esos dos libros, encontrar el tiempo aunque tenga que cerrarle la puerta a todos los otros personajes. Quiero salir de debajo de la cama y enfrentar esos miedos, desvelarme con ellos.

(Posdata: Esos dos libros son The Goldfinch y Americanah.)

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