Actualidad

No le temo a la oscuridad

Nuestras ojeras dicen mucho de nosotras mismas.

(Nota antes de comenzar a leer: Este texto no es precisamente sobre Sor Juana Inés de la Cruz, pero sí, un poco.)

En la universidad tuve que leer a Sor Juana Inés de la Cruz un poco más allá del “hombres necios que acusáis a la mujer sin razón…”. Tenía que hacer un trabajo final sobre Primero sueño, el poema más aclamado y casi siempre desconocido de la poeta.

Me encerré varias horas en la biblioteca, leí a la crítica, hice notas, pensé en lo que significaba para mí y después salí de fiesta. Perdí el control y mi novio me sacó de ahí en un estado muy poético, por así decirlo. Recuerdo el contraste de lo increíbles que eran esos versos y la maravillosa resaca del día siguiente.

Recomendados

Oh, Sor Juana, esa noche juro haber rezado el Primero sueño y haber creído que eras una santa.

Pero todo esto es sólo una nota al margen sobre la importancia que esta mujer tuvo en mi vida. Cuando sobreviví a esa fiesta y comencé a escribir mi ensayo, entendí lo que me fascinaba sobre la noche, pues ella la describe algo así como “el escapar del alma hacia el conocimiento”.

También me hizo reflexionar sobre esa afición que tengo de trabajar por las noches, de permanecer despierta hasta que prácticamente mi cuerpo me ruega por dormir.

Algo aprendí en el sueño de Juana, y fue que la vigilia proporciona un estado mental tan claro y a la vez tan extraño que permite la concentración de algunos y las alucinaciones de otros.

Yo siempre he trabajado mejor por las noches, desde mis días interminables del colegio, pasando por la universidad en la que mi mente encontraba mucho menos ruido y claro, ahora que trabajo a veces espero ansiosa a la noche para no tener otra cosa que hacer más que leer, revisar, corregir, entre otros menesteres del mundo editorial.

Por ahí leí que nadie recuerda aquellas noches en las que duermes ocho horas. Sólo se recuerdan aquellas noches en las que las tazas de café circularon con desesperación. Tampoco se olvidarán las noches en las que llegaste a casa al amanecer. En fin, esas noches en las que el cuerpo y el alma viajaron, casi como lo hizo el alma de Juana.

Tengo que hacer hincapié en un momento de la noche que es casi como una alucinación, tu cuerpo está tan cansado, pero tu mente ya despertó y de pronto todo parece detenerse, la noche parece un pestañeo, ahí es donde dice Juana que el alma escapa sigilosamente, y todas lo hemos sentido: nos sentimos etéreas, capaces de conquistar al mundo que se encuentra dormido.

¿Quién pensaría que Sor Juana tendría tanta vigencia aún hoy que nuestras ojeras dicen mucho de nosotras mismas?

Tags

Lo Último


Te recomendamos