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Carta abierta a mi ansiedad

Dejar que la ansiedad se adueñe de tu vida no es forma de vivir.

Nos conocemos de hace mucho, tú y yo. Desde que mamá llegando tarde a recogerme era una segura señal de catástrofe, olvido, o desolación. Pero aprendimos a manejarlo. Ahora que soy adulta, puedo admitir que me has ayudado a algunas cosas: como no dejar la plancha del cabello encendida y a no causar un incendio, aunque eso nos cueste cinco minutos extras de chequeos y re-chequeos cada mañana sin excepción (porque también la puerta de la casa los requiere todos los días).

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