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No culpes a la noche

No te escudes en la noche para ser tú misma; sé tú misma a la luz del día y bajo la luna.

La noche tiene algo especial. La ausencia de luz hace que todo sea más misterioso, más desafiante, más sensual. Hay personas, como yo, que disfrutamos la noche en todas sus formas.

Disfrutamos las horas en que nuestro cuerpo está descansando, en una especie de trance que se expresa a través de los sueños que nuestra mente elabora minuciosamente.

También disfrutamos vivir la noche, así como lo hacemos en el día. Es como si la noche nos liberara de todas nuestras inhibiciones, de nuestras inseguridades, de lo que no nos gusta que la gente vea a la luz del día.

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Los amantes de la noche disfrutan del silencio o del ruido extremo. El silencio les permite escucharse a sí mismos, sin las distracciones típicas del entorno. El ruido extremo de las fiestas y las celebraciones nocturnas los aleja de sus pensamientos, de esos que incomodan.

Pasamos la noche cantando y bailando, pero ese ruido que no queremos escuchar y que está dentro de nuestra mente, va a estar ahí la mañana siguiente. Si la noche se apoderó de nosotros, es probable que esos pensamientos suenen con más fuerza, con más intensidad.

La noche parece vacía, pero está llena de emociones que se vuelven un poco abstractas. No culpes a la noche de tapar esos pensamientos que no te gustan, cúlpate a ti por no querer escucharlos en el día.

No te escudes en la noche para ser tú misma; sé tú misma a la luz del día y bajo la luna. Siéntete cómoda con lo que eres, independiente de los estímulos del exterior, esos estímulos que están ahí para tentarte a que te olvides de lo que no te gusta.

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