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Murió Julita Astaburuaga, la socialité más famosa de Chile

Julita falleció la mañana de este lunes por un cáncer de páncreas y su amiga Mary Rose McGill comunicó la noticia en varios matinales nacionales.

“Soy una enamorada de la vida”. Así tituló el periodista Felipe Forteza la entrevista a Julita Astaburuaga publicada en la revista Caras en mayo de 2015. Ella amaba la vida y si esa vida tenía glamour, mejor aún.

Este lunes, muy temprano en la mañana, se supo la noticia del fallecimiento de la socialité chilena de 96 años, una mujer que siempre se veía impecable y que nunca postergó su vida social a pesar de su avanzada edad.

Más que los lujos y lo que muchos podrían considerar como cosas demasiado superficiales, la gente que la conocía siempre destacó sus ganas de vivir. Esa actitud positiva la mantuvo activa hasta que, lamentablemente, se le diagnosticó un cáncer de páncreas que hoy terminó con su vida.

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Pero, ¿quién era realmente Julita Astaburuaga y qué significaba su imagen como figura pública de elite? Hija de Jorge Astaburuaga Lyon y de Helena Larraín Velasco, nació un 17 de abril de 1919. A pesar de que su familia era privilegiada, su posición social tampoco estuvo ajena a los cambios del Chile de 1920 en adelante.

Con la elección de Arturo Alessandri Palma, que incluía una nueva forma de hacer política (integración y participación de las masas), se generaron nuevos movimientos que también afectaron a los sectores altos de la sociedad.

Como se cuenta en la entrevista citada en párrafos anteriores, Julita pasó de la riqueza a la pobreza luego de la muerte de su abuelo en 1922, pero eso no fue impedimento para mantener ese “amor por la vida” que ella misma profesa en ese registro periodístico.

Su imagen siempre fue un enigma para muchos. Se le veía frecuentar eventos sociales, siempre vestida con ropa de diseñador y joyas despampanantes, pero más allá de eso no se sabía mucho sobre cómo era su vida realmente.

Gozar de la vida y no tener miedo de decirlo

En Chile, el que despilfarra es mal mirado. Es una especie de cinismo e hipocresía que se alimenta con la desigualdad social y que no tolera que el otro disfrute de sus lujos porque no es “correcto o atinado”. Eso nunca le importó a Julita.

Curiosamente, la gente no hablaba mal de ella. Como siempre existió este misterio acerca de su vida, ese misticismo, Julita se convirtió en un personaje que formaba parte del imaginario colectivo chileno. Era como un personaje típico.

Como ella no había muchas: con su amiga Mary Rose McGill, eran parte de ese núcleo tan reducido, esa elite que parecía congelada en el tiempo. De hecho, Mary Rose fue quien dio la noticia de la muerte de su amiga en un matinal de la televisión abierta. El diario La Cuarta cita algunas de sus palabras:

Tenía un glamour, una elegancia, una simpatía. Era una mujer irrepetible, muy difícil de olvidarla. Es una noticia terriblemente triste. No hubo ni tampoco habrá otra como ella.

Sus amigos cercanos siempre hablaron bien de ella y mucho de eso tiene que ver con su forma de ser. Ella decía que ahora era “una pituca sin lucas”, pero que eso no le importaba porque sabía que la gente que estaba a su alrededor la quería tal como era.

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