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Años dorados

La gloria y el ocaso de las actrices chilenas.

La humanidad desde tiempos inmemoriales ha necesitado de sus matriarcas, mujeres empoderadas de sabiduría, carisma, juicio y en el caso de los tiempos de la cultura pop, belleza. Las artistas chilenas que han llegado a los ochenta años, la mayoría de ellas, ha terminado en situaciones de precariedad. Ni hasta Malú Gatica se salvó de tener que pedir trabajo a tan avanzada edad, Silvia Piñeiro, María Cánepa, Ana González, pese a que algunas obtuvieron el Premio Nacional, todas tuvieron que implorar a los productores, sedientos de Claudia di Girolomo, algún papel.

Estamos hablando de mujeres que brillaron en sus juventudes y edades maduras, que fueron aclamadas en míticas salas de teatro y que protagonizaron las más recordadas telenovelas. Copaban reportajes, portadas, viajaban, daban entrevistas. Eran las grandes musas chilenas. ¿Por qué mujeres inteligentes como Jael Unger habrán abandonado la TV? Aunque sea inconscientemente sabía que cuando envejeciera no la iban a llamas más. Cortó por lo sano y se dedicó a las terapias alternativas. En Chile es una realidad que en la televisión, que es lo que finalmente predomina en el acontecer actoral, se busca un cánon de belleza que ni siquiera es estético, pero juvenil sí o sí. A las más mayorcitas las colocan o de empleada doméstica, o de bruja desquiciada, pero pareciera que están prohibidas las tipo Agatha Christie, señoras motivadas por un ideal, recorriendo el mundo, soñadoras de aventuras.

En nuestro país pareciera que cuando la abuelita comenzó con los primeros dolores propios de la edad, lo mejor que hay que hacer es sentarlas en un sillón, TV encendida y llenarla de remedios para que no le duela nada, tan fuertes, que para tampoco sienta nada. Y se entregue al largo trance, porque en general están damas pueden durar veinticinco años en estado de coma. Cuando esta señora era actriz, tuvo un nombre, fue alguien, pero las arrugas no se las saca ni el doctor Zarhi, entonces es momento de encerrarla en un hogar para que viva de la renta del premio nacional, pero que a nadie se le ocurra darle trabajo.

Genial fue la excepción y la oportunidad que le dio Sebastián Silva a Bélgica Castro. El joven director recientemente premiado en Sundance
está embrujado por el talento de esta anciana actriz, que se ha transformado en una de sus musas luego de años de ausencias de ofertas laborales. Sin embargo, lo de Bélgica Castro es un oasis en un país en donde la Nelly Meruane ya actuó demasiado, y que si se va a hablar de divas, que sean extranjeras.

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