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El Pirata Suizo

Este fin de semana tuve una de las experiencias más bizarras de la vida. Me fui a los Molles, playa en la quinta región, a 185 kilómetros al norte de Santiago. Es una caleta pequeña pero muy acogedora, la playa es muy helada, pero como todas las playas de la zona central de Chile. De todas maneras, la caleta es muy conocida por el buceo que se enseña y practica con mucha frecuencia. Justo frente a la playa se ubica el restaurante “El Pirata Suizo” y ahí es donde gocé con las excentricidades de su dueño. Apenas llegamos, se sentó en nuestra mesa Giorgio, inmigrante suizo que se instaló hace varios años acá en Chile. Nos reímos un rato con su irreverencia y genialidad y decidió los platos por nosotros. Declaro que estábamos bastante entregados a lo que viniera. Mientras el pedido estaba siendo procesado en la cocina, Giorgio se sentó al medio de las mesas y comenzó a relatar su historia:

“…Yo nací en Suiza-Italia, educado y formado en Suiza-Alemán, viviendo en Suiza-Francesa, eso significa hoy, flojo como un italiano, cabeza cuadrada como un alemán y saber vivir como un francés. Esto en una persona es un desastre (…) Yo nací dentro del hipismo, yo soy uno de este gente que quisiere cambiar el mundo. Pero perdimos el cambio con la guerra de Vietnam, con la guerra de Afganistán, con el medioambiente, con el consumo, con el Bush, con todo el mundo perdimos la batalla. Lógicamente los hippies son frustrados. (…) yo dice no, yo me retiro aquí, en Los Molles. ¿Por qué? Una razón simple; yo vivía con los beduinas, yo vivía con los Tuareg, yo vivía con los indígenas en el amazonas y ellos me enseñaron otro valores e con ustedes quiero compartir estos valores que ellos tienen. (…) el año pasado el pirata tenía la mejor temporada de la existencia. Yo tenía tanta tanta gente que ellos me permití con el ingreso que él tenía, comprar oro y yo quiero compartir este oro con ustedes…” Sacó unas pipetas con agua y nos regaló una a cada uno. La pipeta traía una pequeña mostacilla dorada en su interior.

La espera se hizo cortísima con la historia del suizo. Qué curioso fue darse cuenta que este personaje seguramente ha vivido en muchas partes, ha superado muchísimas dificultades y ha conocido a una cantidad increíble de gente, lugares, historias, etc., y aún así terminó quedándose en una pequeña caleta, sin muchos lujos, con un restaurante que lo hace feliz. Tan sólo sirviendo comida, contando su vida y divirtiendo a sus clientes siendo él mismo. Y uno que tantas veces se queja por el taco de la mañana, o porque tuvo que hacer una cola en el banco, o sencillamente porque le tocó esperar en la farmacia. Hay otros que se niegan a dejar que esas pequeñeces se interpongan en el camino a un objetivo mucho más noble pero más ambicioso; ser feliz y hacer feliz al resto. ¡El mundo sería un lugar tanto mejor!

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