Ayer por la tarde miraba el inicio del partido de Brasil con Corea del Norte en un boliche del centro, mientras degustaba un jugoso Barros Luco. Además de lo bueno que estaba mi sánguche, me llamó la atención –y casi que me emocionó- ver al centro delantero del equipo coreano llorar de emoción al momento que entonaba su himno patrio. En ese preciso instante le mostré a la mujer que atendía el mesón lo que estaba pasando en la tele y le dije que, probablemente, el llanto de ese futbolista se convertiría en una de las postales del Mundial de Sudáfrica.
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La mesera me miró con cara de no entender mucho y luego espetó: “Quizás qué problema tiene el pobre en su casa y por eso llora”. Ante tamaña muestra de insensibilidad frente al Deporte Rey preferí guardar silencio, porque la verdad es que me dio lata tratar de explicarle a esta fémina todo lo que implicaba la imagen que acababa de ver en la tele a color.