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La visión criminal de Nicolás Poblete

Una novela que refleja a los criminales que pasan desapercibidos en nuestra sociedad.

 

“No me ignores”. Eso busca el asesino serial sin nombre y protagonista de la última novela del periodista y doctor en literatura hispanoamericana, el chileno Nicolás Poblete, nuestro entrevistado del viernes. Y es lo que quieren todos esos criminales “hijos de vecino” con los que convivimos: “es una forma de pedir, de gritar, de ser considerado, precisamente por las limitaciones afectivas que carga este personaje, por su increíble falta de amor propio, y por su insignificancia”, dice Nicolás.

Nicolás Poblete, nunca decidió ser escritor. Su aproximación a la ficción partió como vocación por la fascinación literaria. Subraya que sólo cambió de registro (del periodismo a la novela). Con sus textos le ha ido bien: “en su novela “No me ignores” trabaja en la frontera de la literatura clase B o de la literatura morbo o de la literatura porno. Juega con los códigos del “pop” criminal y los enlaza con la “gran historia” del crimen para configurar un asesino terecermundista que moviliza su artera abyección entre Talca y Santiago”, dijo la escritora Diamela Eltit.

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Ese asesino que describe en “No me ignores” es el mismo que te saluda cada mañana al llegar a tu trabajo o el que se sientan al lado tuyo en el metro. Esos que nunca creeríamos psicópatas. Así nosotros nos convertimos en una especie de señora Eulalia, la pensionista del protagonista que no tenía idea que su inquilino tenía una doble vida terrible. A tal punto llegaba su ignorancia (y la nuestra) que hasta le decía que él era mejor que sus hijos que la habían abandonado.

 

“La novela es una especie de llamada de atención al compuesto de prejuicios que se denomina “nuestra sociedad”. De ese modo, el asesino de esta novela es una especie de ventrílocuo que va haciendo patente todos estos prejuicios hacia gente marginada: grupos indígenas, minorías sexuales; la mujer como objeto de intercambio y cosificación pornográfica, etc.”, agrega el escritor.

Y esa llamada de atención es independiente del nombre:“no quería identificar al asesino con un nombre, y esto es una estrategia para, precisamente, hacerlo más genérico, y, al mismo tiempo, para hablar de la falta de identidad que impulsa a este asesino. Cuando un personaje carece de nombre, puedes identificarlo con una serie de otros nombres, o puedes no identificarlo con ninguno. Es un recurso paradójico y elusivo que funciona en una narración de este tipo”.

Y sí que es un ventrílocuo que narra sus pensamientos, sus conversaciones con Doris (su novia profesora sadomasoquista), con el jefe del taller mecánico, con los cuicos a los que les vende coca y con nosotros al relatarnos sus asesinatos en base a cuchillos, siempre en primera persona.

“Nadie más que él va a relatar sin pudores sus asesinatos. Pero no sólo sin pudores, sino que con la locura que lo invade. Si sus asesinatos fueran relatados por otro, por ejemplo por un médico o por un juez, éstos serían descritos de manera informativa o clínica, mientras que si son relatados por boca del asesino, el lector tiene acceso a mucho más que los hechos; tiene acceso al habla perturbada de este asesino, a sus pulsiones, a su goce y disociación; y al sabor que rescata de todo esto. Su mirada es única”, señala Nicolás.

La mayoría de los criminales son medio narcisistas, necesitan que alguien sepa lo que hacen, en el caso de esta novela esa era Doris; en la vida real, las pistas que van dejando los sujetos para jugar con la policía y jactarse de sus asesinatos. El protagonista quería filmarse sólo por egocentrismo. Según los casos que investigó Nicolás para escribir esta novela dice que “por supuesto la mayor preocupación de ellos es que no los descubran, pero a la vez que no pasen inadvertidos, por lo menos en un nivel psíquico semejante al narcisismo. Poder disfrutar del sufrimiento que se le inflige a otro, y revivirlo con registros testimoniales, y, al mismo tiempo, intentar borrar esos registros para no ser sorprendidos”.

Pero aun que les gusta el exhibicionismo, igual siempre están bajo una máscara: “el punto es que hay interioridades más polémicas que otras. En el caso de este asesino es muy evidente porque él mata, y sin embargo funciona en su trabajo de manera profesional”. Y esa gente pasa desapercibida a través de la apariencia: “todos estos shows televisivos, por ejemplo, muestran cuerpos totalmente intervenidos en un nivel de artificio dramático. Y sin embargo, nadie denuncia eso. Para mí esa es la apariencia más patética”.

Para escribir la novela Nicolás se documentó durante tres años con diferentes casos en Estados Unidos, mientras estudiaba un doctorado y post doctorado en Literatura Hispanoamericana (vivió allá ocho años). “Allá está muy desarrollada el área de criminología, ciencias forenses, comportamiento patológico y asesinos en serie. Investigué el tema a partir de informes, publicaciones, análisis sociológicos, y criminológicos, como los libros de Katherine Ramsland, pero también a nivel literario, como algunas novelas de Lauren Kelly, Barbara Vine, etc. Otro libro muy peculiar es el que se publicó con las conversaciones de Ted Bundy antes de que lo mataran: The Death row interviews”, dice el escritor.

La investigación se volvió demasiado fuerte en un momento, pero Nicolás decidió continuar y enfrentar el pudor: “pensaba, ‘esto es too much, es muy grotesco o hardcore’, pero no podía ponerle freno al personaje. Si hubiera ‘podado’ su habla y sus actos, habría estado quitándole verosimilitud a su armazón como personaje”, señala.

Esta novela es muy diferente a otras cosas que ha escrito: “en esta novela está el recurso de la narración en primera persona a partir de este personaje sin nombre, y que es un antisocial”, agrega. En “Nuestros Desechos”, por ejemplo, hablaba de de los desechos que nos circundan, en sentido metafórico. En esa novela había viñetas en segunda persona, “un recurso arriesgado porque la segunda persona tiende a ser un poco jerárquica, autoritaria”, señala Nicolás. En los cuentos de “Frivolidades” circula gente ABC1, y el lenguaje es un poco más pop. “Para mí lo más interesante es el cambio y también la arquitectura de cada narración que, finalmente, depende en gran medida del personaje que estés trabajando”, agrega.

Tiene otra terminada que pretende publicar próximamente y que trata sobre personajes distintos que dialogan y viven en una ciudad donde el agua empieza a escasear.

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