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¿A alguien el importa si los 33 mineros fumaron marihuana?

¡Cual es el gusto de mirarlos por encima del hombro?

Cuando supe de la tragedia de los 33 mineros tuve un día horrible. No solamente porque me dolían los ovarios como si me hubieran dado un rodillazo en la guata, sino también por la angustia de pensar cómo estarían los mineros: desesperados, heridos y sofocados. También por la angustia de pensar en las familias, en cómo me sentiría si mi papá a los 64 años estuviera trabajando de minero, sacándose la cresta y saberlo sepultado a 700 metros bajo tierra. La angustia de pensar en cómo se sentirá ser la mujer de uno de los mineros,  acostarme esa noche sintiendo su lado de la cama vacío y yo ahí, sin poder pegar pestaña.

El tiempo pasó, la opinión pública se hizo a la idea de darlos por muertos y, cuando ya nadie mantenía el optimismo, un papel nos devolvió la sonrisa a todos. De repente ya no los recordábamos como muertos insignes sino como luchadores que se aferraban a la vida. Creo que con eso a todas las mujeres se nos revolucionaron las hormonas. Saber que allá al fondo había un grupo de 33 guerreros que representaban todo el empuje, toda la fuerza de un macho recio, simplemente me encantó. Mal que mal, la mina es como una mujer y el minero es quien la perfora día a día hasta arrancarle su tesoro. ¡Qué hermosa metáfora!, ¿No creen?

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La cobertura del rescate fue como una larga sesión de sexo, al final de la cual la Cápsula Fénix eyaculó sobre nuestras faldas la vida de 33 sobrevivientes. Lo que vino después fue como el relajamiento total que sucede al orgasmo,claro,  cuando no es fingido. Así, todo Chile fumó un cigarro mirando el techo. La tensión había terminado, y después de ese coito simulado  pasó lo que siempre nos pasa en la vida real: descubrimos que los potros salvajes en realidad tenían sus yayitas. Unos tenían dos mujeres, otro estaba peleado con la mamá, y así sucesivamente.

Parece que como país todos dijimos, en ese momento: ¿Qué importa? Total, no por estar bajo tierra uno se vuelve perfecto. Los conocimos y los admiramos por su voluntad indomable de vivir, no porque fueran monaguillos. El problema es que no todo el mundo los ve asi y para muchos son un fenómeno de circo. Han recorrido el mundo exponiéndose a que los exhiban como ganado, y si a costa de ello pueden viajar, conocer y ganar un poco de plata no tiene nada de malo… aunque con ciertos límites.

Ese límite se rompió hoy, yo creo, cuando el diario The Daily salió con que los mineros aguantaron el encierro fumando marihuana.  Que se las mandaba la familia bien escondida en las cartas que diariamente enviaban al fondo de la mina cuando se estableció un canal de comunicación. Que también pidieron muñecas inflables pero no pudieron conseguir.

A ver, ¿Cuál es la idea? Estos 33 no son perfectos, no son príncipes azules tampoco. Los viejos llegaron a la superficie más viejos, los gordos un poco menos gordos y todos por igual bien cochinos y bien hediondos. ¿Me quieren decir que fijarse en eso es más importante que el valor de una vida humana? Mis 33 mineros siguen siendo ejemplo del empuje con que el hombre chileno sigue adelante aunque todo le salga mal.

Porque yo no tengo que pedirle permiso a nadie para creer que algunos, por lo menos, sí están hechos de la fibra que yo veo en los 33 mineros, y acá vengo a hacer un voto de confianza, uno que no niega que hayan fumado o hecho lo que sea, sino que promete no permitir que se los venga a juzgar como si hubieran estado de vacaciones allá en el infierno. Esos 33 pasaron algo que nadie más ha pasado, y salieron adelante. Si algún gringo es capaz de pasar por lo mismo, recién ahí que venga a llenarse la boca con los 33. Mis 33 mineros, a los que quiero y -si puedo- protejo.

Link: It Got Pretty Hot in that Chile Mine (The Daily)

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